Con el transcurso de los años ha habido una tendencia muy clara en el mundo del automóvil: la del crecimiento de sus medidas y pesos. Se ve fácilmente si comparamos con las primeras generaciones de algunos modelos con las actuales, que presentan incrementos de hasta el 15 % en su longitud total.
El tema del tamaño se acentúa en algunos lugares como Estados Unidos, donde empieza a preocupar. Allí han descubierto que los coches muy grandes son aliados para algunos en caso de accidente, pero verdugos para otros muchos.
En este país las diferencias son mucho más notables debido a la cultura y también a una normativa diferente. Allí es bastante habitual ver circular vehículos de más de 3.000 kg, incluso superando ese peso para el que aquí en España necesitaríamos un carnet de conducir diferente al B. El caso es que los coches muy grandes han demostrado que, en caso de accidente, la tasa de mortalidad queda reducida a la mitad respecto a un vehículo compacto del segmento C. Sin embargo, eso nos deja cierta polémica.
Porque también ha quedado comprobado que también son mucho más peligrosos para las personas que viajan en otros vehículos. Cuando hay un choque con una diferencia de peso ejemplar, las probabilidades de morir se multiplican por siete en el coche pequeño. De hecho, a medida que aumenta el peso del vehículo, también lo hace el riesgo de que otras personas fallezcan en caso de siniestro. Se calcula que por cada vida que han salvado el 1% de vehículos más pesados, hay más de una docena de vidas perdidas en otros coches. Lo contábamos en este vídeo:
En Estados Unidos, ese 1 % representa a los vehículos de alrededor de 3.100 kg y ha causado alrededor de 37 muertes por cada 10.000 accidentes. Eso es mucho más que las 5,7 que causan los de peso medio y 2,6 los más ligeros. Llama la atención cómo es diferente el peso medio de los vehículos en diferentes lugares. Mientras que en Japón pesan 1.200 kg de media (por los kei car) y en Europa se quedan en 1.500 kg, en Estados Unidos la media supera los 2.000 kg. Algo que se va incrementando por la llegada de la electrificación.
Queda claro que las leyes de la física son crueles y que algo habría que hacer. Hubo una época en la que el auge de los SUV, más grandes y pesados, fue sinónimo de un aumento en la seguridad. Las muertes en carretera descendieron y los vehículos de mayor tamaño demostraban su nivel de protección. Sin embargo, no es así cuando comparten carretera con otros más pequeños, que salen claramente perjudicados. Por desgracia, no hay soluciones simples a esta cuestión y los fabricantes no parece que vayan a dejar de hacer sus coches más grandes.
Fuente: The Economist