Escribir una obra de ficción no es tarea sencilla. Especialmente cuando la realidad nos brinda historias que seríamos la mayoría incapaces siquiera de imaginar.
Una de estas historias, tiene como protagonista al austriaco Albert von Filek. Un tipo al que la historia recordará siempre como el señor que estafó a Franco.
Y es que no lo hizo de manera más o menos discreta, sino que le timó de tal forma, que podríamos hablar sin pelos en la lengua de una de las más grandes humillaciones a las que se vio envuelto el dictador. Podríamos hablar de la más increíble estafa de la España del siglo XX.
En un trabajo de investigación que le llevó tres años. El escritor Ignacio Martínez de Pisón, acaba de recopilar su labor de documentación en su libro de título Filek. El estafador que engañó a Franco (Seix Barral).
En este libro, Martínez de Pisón, relata esta increíble historia asegurando que no contiene ningún elemento inventado. Dicho esto, vayamos hasta el principio de todo.
Albert von Filek, fue un bastardo nacido en una familia aristócrata en la Austria del año 1889 caído en desgracia después del declive del imperio austrohúngaro. Ante esta situación, Filek echó mano del ingenio y la estafa para sobrevivir.
Tras cometer varios fraudes por Europa que le llevaron a diversas cárceles, Filek se decantó por asentar sus estafas en la capital española en el año 1931. Apenas unas semanas antes de que se proclamase la Segunda República.
Su gran timo, era vender la solución química de una «gasolina» fabricada de manera casera a partir de agua, plantas y un ingrediente secreto que únicamente conocía Filek, y que por lo tanto, le hacía imprescindible.
Durante la república, intentó venderle esta gasolina milagrosa al gobierno de 1935, no obstante sin éxito. Le salió el tiro por la culata cuando volvió a intentarlo ya en plena contienda con el gobierno de Largo Caballero. Puesto que las autoridades revisaron sus antecedentes policiales propiciando su ingreso en prisión.
Allí estaría dos años convenciendo a todos de que el motivo de su encarcelamiento se debía a su colaboración con los espías austríacos y por tanto debido a su adhesión al bando sublevado.
Sus dotes persuasivas encadilaron a Serrano Suñer, cuñado de Franco, lo que le conseguiría el acceso a las esferas altas del régimen.
Sería poco después cuando Franco quedaría entusiasmado ante la «Filekina», el mejunje de vegetales y agua del Jarama, que Filek prometía que era tan potente como la gasolina e infinitamente más barato.
Cabe señalar que nos encontramos en los años más duros de la posguerra y por tanto se creía que con este maravilloso invento, España podría convertirse en una potencia mundial en la producción de este combustible.
La desbordante euforia de Franco llevó a declarar a Filek como empresa de interés nacional. Es más, se estuvo a punto de construir la fábrica de la misma en unos terrenos previamente expropiados y cuya construcción se calificó de «máxima urgencia».
Afortunadamente, se acabó desestimando este plan cuando un comité de expertos le comunicó al caudillo que la filekina carecía de cualquier base científica. Es decir, que se la habían colado.
Inmediatamente ingresó en prisión con la fortuna de evitar la pena de muerte aplicada a otros estafadores de poca monta.
Finalmente sería deportado a Alemania, siendo de especial interés para el gobierno franquista ocultar este ridículo.
Pero como el ser humano siempre tropieza dos veces con la misma piedra, llegaría el siguiente «invento revolucionario», el motor de agua.