Hablar de Marilyn Monroe, es hablar de una actriz, un icono e incluso de una industria. La fascinación por la «rubia» más famosa de la historia de Hollywood mueve dinero en torno a sus numerosas facetas. Aunque de todas ellas, una de las más desconocidas es la relacionada con su pasión por los coches.
Detrás de ese carácter inocente y delicado, estaba una mujer de armas tomar, con una tormentosa gestión en el amor y la fama. Y es que ella misma era el producto de las circunstancias que le ocurrían a Marilyn Monroe como actriz y a Norma Jean como persona. Algo que sin duda trasladaba a la elección de sus coches.
En su vida pública, se servía de un Cadillac El Dorado regalado por su segundo marido Joe DiMaggio para acudir a los estrenos. Mientras que en su vida privada, prefería relajarse por el desierto de Nevada al volante de un robusto Land Rover Serie I.
Se tiene constancia de que el primer coche que compró Marilyn fue un Ford Super De Luxe Convertible de 1948. Un coche, que sin duda marcó una época en la que la juventud se rebelaba contra sus padres mientras movían sus caderas al ritmo de Elvis Presley.
Este coche lanzó a la todavía Norma al estrellato, ya que su primera productora la contrató tras una serie de fotos posando con el coche. Un contrato efímero, puesto que fue despedida. Y como todavía estaba pagando el coche, decidió realizar una serie de fotos desnuda con el fin de ganar algo de dinero. Fotos que perseguirían a Marilyn acusándola de no tener valores morales.
Un pequeño bache antes de dejarse llevar por la gran ola de éxitos que vino detrás. De su primer taquillazo, ingresó una interesante cantidad de dinero que le permitió comprarse un «pequeño capricho» como era su Cadillac Convertible de 1954.
Pese a su aparente extroversión incluso sensual descaro, la verdad es que el peso de la fama estaba destrozando a la actriz. Añoraba su antigua identidad, a la que iba a buscar a través del anonimato mientras conducía coches de apariencia sobria y muy discretos.
La mayoría de sus coches tienen dos colores: blanco y negro. A diferencia de otras estrellas del momento, Marilyn huía cuando podía de la opulencia y la extravagancia. Le gustaban los coches en su carácter natural, sin adornos ni excesos.
De sus breves pero intensos matrimonios, aparecieron el citado Cadillac El Dorado, al que se añaden otro puñado de Cadillacs regalados por la estrella del béisbol Joe Dimaggio.
De sus cinco años de matrimonio con el escritor Arthur Miller, aparecieron por el garaje de Marilyn un precioso Jaguar XK 140 descapotable. Sin embargo no fue muy aficionada de los coches europeos pese a poseer también un Mercedes 220 S cabrio.
Su corazón fue especialmente fiel al Ford Thunderbird, varios de los cuales también fueron un regalo de Miller. Coches con los que se escapaba cuando necesitaba alejarse de la presión de su entorno.
Sus pequeñas ventanas y su popularidad como modelo eran óptimos para fundirse entre el resto de los mortales.
Con faldas y a lo loco fue sin duda una obra maestra de la comedia, sin embargo la película de Billy Wilder no recibió el beneplácito de la crítica de la misma manera que sí lo hizo Vidas rebeldes.
De esta película, Chrysler accedió a regalar a la actriz un flamante Chrysler 300 Convertible de 19262.
Trágico año el de 1962, se acercaba el fin de los días para el mito, y sus médicos estaban más cerca de ser camellos y su medicación de una adicción. 36 años que sólo un personaje histórico sería capaz de exprimir para que su legado siga vivo.
¿En que estaría pensando Marilyn en su último viaje al volante del Cadillac Fleetwood del 62?
Fuente: Lost Star Cars