La propuesta que la Comisión Europea lanzó el pasado octubre para permitir a los motores diésel rebasar los límites de dióxido de carbono (NOx) establecidos ante la llegada de la nueva prueba en carretera a la hora de homologar consumos y emisiones, sembró la duda y la expectación en el seno de las instituciones europeas. La última palabra la tenía el Parlamento Europeo que este miércoles, por fín, ejerció su derecho a voto resolviendo todas las incertidumbres relacionadas con el tema.
La primera votación llevada a cabo por la comisión de Medio Ambiente de la cámara en diciembre nos llevó a pensar que la propuesta no saldría adelante pero los resultados de ayer revelaron todo lo contrario. Los eurodiputados votaron en contra del veto con 323 votos, 61 parlamentarios se han abstenido, y 317 votaron a favor del mismo. Esto quiere decir que la propuesta ha salido adelante por una diferencia de 6 votos a favor.
Esta propuesta permite a los fabricantes comercializar vehículos diésel que superen los límites establecidos inicialmente de 80 a 168 mg/km de 2017 a 2019, es decir, un 110% más de lo previsto. En la segunda fase, a partir de 2019 y hasta 2022, no podrán superar los 120 miligramos. Será en 2023 cuando los fabricantes estén obligados a no superar el límite de 80 miligramos actual, establecido hace nueve años. Además, se ha propuesto establecer una cláusula de revisión anual de los vehículos para que, sobre la base de los avances tecnológicos que se consigan, permita imponer disminuciones de forma anticipada.
Se trata de una decisión política que demuestra al mundo el fracaso estrepitoso de las normas de la Eurocámara para hacer frente a la contaminación. Resulta innegable que el NOx tiene un elevado grado de contaminación y su componentes químicos producen graves dolencias en las personas con problemas respiratorios… aumentando los costes sanitarios:
Los picos de contaminación causan un aumento radical en los ingresos hospitalarios #ddjhttps://t.co/rKh7OGaabupic.twitter.com/11sWXMhFcg
— Belén Picazo (@belenpicazo) febrero 4, 2016
Sin duda, se trata de una victoria de la Industria, que ha hecho imponer su criterio por su gran peso en el PIB de la mayoría de países miembros de la Unión Europea… y en los muchos puestos de trabajo. Pero también es achacable a los fabricantes que no hubiesen invertido en tecnologías más limpias en lugar de repartir dividendos… cuando hace años que se conocían los límites de contaminación que iban a llegar. Y lo que resulta incomprensible: mientras ciudades como París, Madrid, Milán o Copenhage se plantean reducir la entrada en sus núcleos de los vehículos diésel, más allá de los episodios de contaminación… en unos pocos años… ¿qué sentido tiene relajar la emisiones de los vehículos con este combustible?
Queremos pensar que va a suceder lo que aseguraba la Comisión Europea. El nuevo sistema para medir las emisiones, con una prueba en carretera más allá del laboratorio, debería reflejar con mayor fidelidad las emisiones y consumos reales… y los coches contaminar menos en realidad. Sólo queda esperar que se eviten argucias como las que ahora realizan los fabricantes (legales, eso sí), que son las principales causantes del hecho que consumos y emisiones homologadas sean tan dispares del real.
Vía: El País