Se cumplen 40 años desde el lanzamiento de un vehículo que fue un precursor en su época. Un ejemplar que a día de hoy se sigue viendo con cierta apreciación por todas las novedades que introdujo y por abrir a la marca que lo hacía a un público mayor. Estamos hablando del Mercedes-Benz 190, el sedán compacto que se posicionó como acceso a la marca de la estrella. Eso le valió el apodo de «Baby-Benz», aunque es su reputación la que le precede y supo colocarse como un producto elegante, seguro y deportivo.
En diciembre de 1982 era estrenado el Mercedes-Benz 190 (W201) con dos motores de gasolina, aunque rápidamente su gama mecánica fue creciendo. En 1983 le seguiría el bloque diésel 190 D y no tardaría mucho más en aparecer una versión deportiva: el 190 E 2.3-16 (por sus 16 válvulas). En los 190 y 190 E de gasolina aparecía el motor M 102 de cuatro cilindros y 2.0 litros, un bloque fiable que estuvo en uso muchos años dentro de la marca. El 190 D llevaba el OM 601 con cuatro cilindros y 1.9 litros.
Aunque antes de ahondar con otras versiones interesantes de este modelo, hay que destacar que Mercedes-Benz venía destacando en el segmento más lujoso. Hacía coches para las clase alta y media-alta, pero nunca se había aventurado a hacer un compacto menos elitista. Cuando surgió la crisis del petróleo decidieron mover ficha y crear el 190, que resultaría un acierto a largo plazo. Es el antecesor directo del Mercedes Clase C, aunque con el tiempo cambiasen su nomenclatura, y sus niveles de ventas fueron muy elevados.
Desde los inicios la idea fue hacer un coche más pequeño, pero que mantuviese estándares como el confort de conducción, la calidad, la fiabilidad o la durabilidad. El Mercedes-Benz 190 medía 4,42 metros de largo y destacaba por un coeficiente aerodinámico de 0,34 Cx, el mejor que habían conseguido en una berlina hasta la fecha. Eso les ayudó a ser más eficientes, siempre ayudado por la construcción ligera que estrenaba. Fue el primero en contar con una estructura de portahorquillas hecha de chapa de alta resistencia que mejoraba la rigidez y reducía el peso en 8 kg.
El chasis también contaba con una innovación notable, un eje trasero multibrazo que le ayudaba a ofrecer un comportamiento más equilibrado. Además, venía acompañado por un buen número de versiones que merecían la pena. El primer 190 de 1982 tenía 90 CV, mientras que el 190 E recurría a la inyección para llegar a los 122 CV. El diésel 190 D suponía el acceso a la gama con sus 72 CV. Y con el 190 E 2.3-16 se ponían las cosas interesantes, pues llegaba hasta los 136 CV. De hecho, ese ejemplar fue sustituido en 1988 por el interesante 190 E 2.5-16 de 195 CV.
Efectivamente, ese fue el germen de los Mercedes 190 E 2.5-16 Evolution que fueron la homologación para competir. Porque el sedán compacto también jugó un papel fundamentan en los circuitos para la marca. El 190 E 2.3-16 estableció tres récords mundiales de conducción de larga distancia en Nardo antes de hacerse las versiones de carreras. Después tuvo presencia en el Campeonato de Francia de Turismos, fue subcampeón en el DTM alemán en 1986 y volvió para tocar la gloria con el EVO II en las temporadas de 1992 y 1993.
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