Porsche es una marca que siempre ha llevado la deportividad por bandera. Se centran el el desarrollo de coches con ese marcado carácter y, en el pasado, no dudaron en ayudar a otros a encontrar esa senda. Ya conocemos casos sonados como el Audi RS 2 Avant o aquel SEAT Ibiza con motor System Porsche. Sin embargo, por el camino han pasado desapercibidos otros como el Mercedes-Benz 500 E, que fue un proyecto entre la firma de la estrella y el fabricante de Stuttgart.
Fue en 1988 cuando la antigua Daimler-Benz AG le encargaba a Porsche el trabajo de ayudarles haciendo una berlina de altas prestaciones. Los requisitos eran claros, tenía que tomar la base del W 124 y utiliza el motor V8 de 5.0 litros del 500 SL de la época. Para conseguir la comodidad de un turismo con las prestaciones de un deportivo se unieron equipos de ambas marcas y se pusieron manos a la obra. El proyecto llegaba en un momento de crisis para Porsche, que tenía menos ingresos por exportación y se había reducido su producción.
Merece la pena destacar que durante la década de 1980, Porsche ya le había realizado servicios de desarrollo a Mercedes. Conocían bien el W 124, pues tuvieron que acogerlo en su casa debido a que las instalaciones de Daimler en Sindelfingen no daban abasto. Así que trabajar en el Mercedes-Benz 500 E fue algo casi natural y el resultado fue sobresaliente. El «Proyecto 2758», que era como se le conocía internamente, comenzaba con una carrocería 56 mm más ancha y 23 mm más baja que la del resto de versiones, pero siempre manteniéndose fiel a las líneas del W 124.
En 1990 se empezaron a fabricar las carrocerías en Zuffenhausen, concretamente en la Nave 2 de Reutter. Mercedes enviaba los componentes desde Sindelfingen y Porsche los ensamblaba junto con otras piezas de producción interna. Era curioso como cada 500 E hacía el viaje de Zuffenhausen a Sindelfingen dos veces, pues Mercedes los pintaba y luego Porsche les ponía el motor. Cosas de esa época que no serían posibles a día de hoy. El coche era presentado en el Salón del Automóvil de París de 1990 y salía a la venta en la primavera de 1991.
Ahora que se cumplen tres décadas del lanzamiento del modelo, todavía sorprenden algunos detalles de este Mercedes-Benz 500 E. Por ejemplo, los faros delanteros tenían un espacio para que pasara el aire y mejorase la refrigeración de la mecánica. También se colocó la batería en la parte derecha del maletero para favorecer el reparto de pesos. Se tuvo que modificar significativamente el escape y el sistema de frenos para hace frente a la gran potencia que tenía. Solamente tenía cuatro plazas porque el diferencial era tan grande que no dejaba espacio en la segunda fila.
No hay que olvidar que ese V8 de 5.0 litros conseguía 326 CV y 470 Nm de par en el Mercedes-Benz 500 E, que iba ligado a una transmisión automática de cuatro velocidades. La berlina aceleraba de 0 a 100 km/h en 5,9 segundos y su velocidad máxima estaba limitada a 250 km/h. Ocupaba lugar intermedio entre el confort y las prestaciones que venía aderezado con una puesta a punto muy destacada. Porsche se había encargado del 90 % de su producción y el comportamiento hacía gala de ello.
La berlina de altos vuelos estuvo algo más de cuatro años en producción y el resultado fue mucho mejor de lo esperado. En abril de 1995 cuando fue retirado se habían vendido 10.479 unidades. Un milagro de la década de los 90 que no sería posible en la actualidad por su intrincado desarrollo a nivel logístico y porque, por desgracia, las berlinas han quedado prácticamente olvidadas por el público general.
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