El control de crucero, un sencillo sistema pero esencial que facilita la conducción a velocidad de autovía y autopista, es utilizado a diario por millones de conductores en todo el mundo, y está casi en todos los coches que se comercializan en la actualidad. Pero, ¿y si te dijéramos que el hombre al que tenemos que agradecer el control de crucero moderno era ciego? Es cuanto menos curioso, ¿verdad?
Invidente desde una edad temprana, Ralph Teetor desarrolló rápidamente la habilidad de “ver” con sus manos. Fue esta capacidad la que lo inspiró a convertirse en un ingeniero de la industria mecánica. De hecho, su mayor capacidad para oír y su elevada sensibilidad al tacto lo hicieron más capaz de diagnosticar y solucionar problemas mecánicos. A pesar de su falta de vista, Teetor asistió a la Universidad de Pensilvania para obtener un título de ingeniería y convertirse en un ingeniero mecánico muy respetado.
No impregnamos de sabiduría a nadie si decimos que no fue un camino fácil en un tiempo antes de que se hicieran provisiones para los ciegos. Teetor hizo posible su meta gracias a la dedicación de su prima Neva Deardorff, quien le ayudó a leer los libros de texto necesarios y enviar tareas escritas. Después de terminar su carrera, pronto hizo una contribución notable a la Armada, ayudándoles a encontrar un equilibrio dinámico para las turbinas de vapor que impulsaban a sus buques de guerra.
Después fue a la industria automotriz, motivado por la necesidad de mejorar la seguridad, que finalmente lo llevó a presentar su primera patente para el dispositivo “Speedostat” desarrollado para Chrysler. De acuerdo con la familia de Teetor, un día mientras viajaba con el abogado de su familia, Ralph notó que el abogado disminuía la velocidad mientras hablaba y la subía mientras escuchaba. Este movimiento oscilante molestó tanto a Teetor que estaba decidido a diseñar y crear un dispositivo de control de velocidad.
Para cualquier logro de ingeniería, la primera rara vez es la versión final o la mejor. Lo que ahora se conoce comúnmente como “control de crucero” comenzó como el Speedostat. Y es fácil ver por qué el nombre encaja así de bien, ya que se parecía mucho a un termostato doméstico contemporáneo. En líneas generales, el primer prototipo de “Speedostat”, lo que los conocedores llamaron “Stat”, integraba un selector de velocidad en el cuadro conectado a un mecanismo que salía del eje de transmisión.
También era bastante rudimentario por naturaleza y demasiado complejo por diseño. Hizo uso de la presión de vacío (como casi todo en los años 50) para forzar un cilindro en la parte trasera del pedal del acelerador, con la resistencia suficiente para evitar que el conductor acelerara más allá de la velocidad marcada. Al principio, no existía un bloqueo de velocidad, puesto que aún no se había ideado una forma segura de anular el sistema por temor a que alguien se quedara dormido tras del volante.
Sin embargo, finalmente logró desarrollar un dispositivo que desactivaría el sistema cuando el conductor tocara el pedal del freno. Con este último detalle pulido, a lo largo de los años, este dispositivo se ha convertido en el término ampliamente utilizado para la invención de Teetor. Aún con el empeoramiento de las condiciones del tráfico en las ciudades grandes y medianas, el control de crucero es una característica favorita entre los viajeros por carretera y un accesorio para ese conductor que tiene un pie pesado.
Después de que Chrysler adoptase la tecnología en 1958, General Motors (GM) necesitaba darle su propio toque y comercializarlo en su lujosa marca Cadillac. Después de unos pocos años, proliferó toda la gama de GM, sobre todo tras la primera crisis del petróleo (1973). En el momento en que Teetor pasó en 1982, el Control de crucero estaba en uso generalizado, no solo en Estados Unidos sino en todo el mundo, y la mayoría de los fabricantes hicieron sus propios ajustes para mejorar aún más la tecnología.
Lamentablemente, todo terminó para él cuando el 15 de febrero de 1982 murió a la edad de 92 años. Y no fue hasta 1988 cuando su nombre y legado fueron incluidos en el Salón de la Fama Automotriz en Dearborn, Michigan, por todas sus contribuciones al mundo del motor. Aunque su invento tuvo que ver principalmente con la seguridad (aunque también había otros motivos), nunca podría haber imaginado que eventualmente allanaría el camino para los vehículos completamente autónomos.
Vivimos en una época en la que las grandes ciudades están congestionadas y superpobladas de tal manera que conducir en ellas se ha convertido en una tarea estresante y abrumadora. Los vehículos autónomos se han desarrollado durante más de una década para mitigar estos efectos y algunos son muy prometedores. Incluso si la mayoría está de acuerdo en que es algo que aún no está listo para el consumo público, será el próximo gran paso tanto en el lujo como en la seguridad para la industria automotriz.
Fuente: Smithsonian Magazine