Cuando repasamos algunos de los motores más raros que nos ha dado la industria del automóvil, hablamos un poco por encima del Volkswagen Passat W8. Pero creemos que este singular ejemplar se merece una mención aparte debido a su factor exótico. Llegó al mercado en el año 2002 como tope de gama del modelo, comercializado tanto en con la carrocería berlina como con la familiar. En ese momento se vendía la generación B5, que acababa de recibir un lavado de cara.
Aunque ya había en la gama motores potentes, la marca alemana quiso alcanzar nuevos límites. Lo hacían con una mecánica W8 de 4.0 litros, una configuración muy singular y sin precedentes en el segmento. Cabe decir que la disposición de cilindros en forma de W es más habitual en motores más grandes (posteriormente hemos visto los 6.0 W12 y 8.0 W16 en el Grupo Volkswagen) y que su principal ventaja es la de tener unas dimensiones compactas.
Un motor V8 no cabía físicamente en el vano de motor del Passat, de ahí a que se optase por la inusitada configuración. Este motor, en resumen, fue el fruto de unir dos bloques VR4. Partimos de la base de que un V8 tradicional une dos filas de cuatro cilindros en línea con un ángulo bastante abierto (alrededor de los 90 º). En el W8 del Volkswagen Passat los bloques están enfrentados a 72 º y las filas de cilindros se separan por apenas 15 º.
Gracias a esta fórmula se conseguía un bloque más compacto que los V8 tradicionales. Medía 42 centímetros de largo, 71 centímetros de ancho y 68,3 centímetros de alto; con un peso de 190 kg. Iba montado en posición longitudinal (en vez de transversal). Podía quedar ligado a una caja de cambios manual de seis velocidades o a la transmisión automática Tiptronic de cinco relaciones. Lo que venía por defecto era la tracción total 4Motion, que era permanente (50 % a cada eje) e iba con un diferencial Torsen.
El 4.0 W8 del Passat desarrollaba 275 CV y 370 Nm de par, que le valían para tener unas prestaciones buenas pero que pasarían casi desapercibidas en la actualidad. Con el cambio manual era capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en 6,5 segundos, mientras que con el automático lo hacía en 7,8 segundos. En ambos caso la velocidad máxima estaba limitada a 250 km/h. El consumo medio homologado de este ejemplar era de 13,1 l/100km en la versión manual.
Llama la atención como este modelo pasaba prácticamente desapercibido. A simple vista, lo único que lo diferenciaba de otras versiones eran las llantas de 17 pulgadas, la cuádruple salida de escape y la acreditación en la zaga. El equipamiento del Volkswagen Passat W8 era bastante destacado para la época. Al ser el tope de gama montaba elementos como los faros faros bi-xenón, climatizador automático, tapicería de cuero o un novedos sistema de asistencia en frenada (que apoyaba al ABS).
La complejidad de la mecánica ha hecho que con los años se haya ganado la fama de poco fiable. Es una de las mayores pegas que se le puede sacar al Volkswagen Passat W8, sumado a la escasez de recambios debido a su exclusividad y a que el motor fue retirado de producción en 2004. Aunque algunos de sus propietarios siguen contentos con él, destacando cualidades como su refinamiento o el sonido que genera.
Aunque en su momento salió a la venta por algo más de 7.600.000 pesetas (unos 45.700 euros al cambio), en la actualidad es posible encontrar alguna unidad en el mercado de ocasión por precios incluso por debajo de los 10.000 euros. Con el tiempo hemos podido comprobar que este singular motor ha servido como germen para el desarrollo de los W12 y los W16, aunque también nos ha dejado uno de los ejemplares más singulares del mundo del motor.
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