Para muchas personas, conducir es mucho más que completar la distancia que separa un punto A de un punto B. Conducir es sinónimo de libertad, de sensaciones y de disfrute al volante. Al menos, solía serlo con algunos coches. En perfectamente entendible que a esa gente le sea más incómodo viajar de acompañante que de conductor. Sin embargo, siempre hay excepciones, y por aquí hemos encontrado la nuestra al probar el Audi A8 recientemente.
Hay que aclarar que no probamos un A8 cualquiera, pues se trataba de la versión L 60 TFSIe. Eso se traduce en un ejemplar de batalla extendida, que es el que llega hasta los 5.320 mm de longitud gracias a su distancia entre ejes de 3.128 mm. Y precisamente es el primer detalle que nos ha hecho dudar sobre si es mejor conducir este vehículo o viajar en sus excelsas plazas traseras. Es una auténtica delicia sentarse en la segunda fila , que cuenta con dos asientos individuales de forma opcional para mejorar el confort.
Como se puede apreciar en el vídeo que grabamos, sentarse allí es mejor que hacerlo en el salón de casa. Las butacas cuentan con reglajes eléctricos para reclinarse hasta quedar parcialmente tumbados. Se puede reducir la luz gracias a los parasoles y se cuenta con bondades como calefacción, ventilación e incluso masaje en los asientos. Todo controlable, desde una pantalla táctil de 5,7 pulgadas integrada en la consola central, que también sirve para manejar el infoentretenimiento. Incluso se podrían montar dos tablets de 10 pulgadas en los reposacabezas de los asientos delanteros.
Aunque ya no hablamos solamente del hecho de sentarse allí con el coche parado. Que sea el 60 TFSIe es sinónimo de que tenemos entre mano la variante híbrida enchufable. Tiene 462 CV de potencia y hasta 60 kilómetros de autonomía eléctrica. Y lo más importante, una calidad de rodadura envidiable. Ese es el motivo que nos arrastra a seguir en las plazas traseras y no nos deja salir de allí. Cualquier viaje es realmente confortable desde el interior perfectamente insonorizado y con las sensaciones filtradas gracias a una destacada suspensión neumática.
¿El resto del coche? Pues el diseño es bastante sobrio, a la par que elegante. Tiene un interior realmente tecnológico y con una calidad sobresaliente. El maletero no está mal, aunque el acceso al fondo es complicado. Y la conducción es placentera, pero demasiado filtrada. Por lo tanto, quien se gaste los más de 120.000 euros que cuesta este coche, probablemente pase más tiempo en esas plazas traseras y sea otro más que cambie el volante por el disfrute.
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