Lo más probable es que hayas oído hablar de las barras estabilizadoras del coche, o simplemente estabilizadoras. Y probablemente también sepas lo que hacen. Después de todo, la pista está en el nombre. Sin embargo, si estás aquí, es porque tienes una idea básica –o tal vez no– y quieres ampliarla. Para empezar, casi todos los vehículos están equipados con una barra estabilizadora que mantiene los neumáticos conectados a la carretera y evita que los pasajeros vomiten.
Como casi todo en la vida, hay barras estabilizadoras de muchos clases y colores, ya que depende del diseño de la suspensión que se emplee el vehículo. Sin embargo, sí que hay algo que todas tienen en común, y es que siempre van colocadas en la misma posición: perpendiculares al eje longitudinal del coche. Al conectar los movimientos verticales de las ruedas izquierda y derecha, trabaja de forma conjunta con los muelles y los amortiguadores del coche en la búsqueda de un fiel compromiso entre una conducción dinámica y el confort de marcha.
¿Qué es una barra estabilizadora?
La barra estabilizadora en sí es una simple pieza de metal ingeniería automotriz. Esencialmente, es una pieza cilíndrica de metal (generalmente de acero) en forma de “U” que une los extremos izquierdo y derecho de un mismo eje a través de los brazos de control. Por lo general, se unirá al chasis en el medio de los dos puntos con casquillos de goma y unas bieletas que cuentan con dos rótulas que permiten ciertos movimientos al tiempo que mantienen la barra fijada en su lugar.
Al conectar ambos extremos, la barra estabilizadora obliga a las ruedas a subir o bajar a una altura similar, mitigando el balanceo. Cuando giras en una curva, la masa del coche se desplaza hacia el exterior de la curva motivado por la fuerza centrífuga, lo que hace que el compendio se “desestabilice”. Y si algo nos ha enseñado la historia de la automoción, es que no sirve de nada circular por el pavimento si no se dispone del control necesario mara manejar la máquina. Es aquí donde una suspensión bien calibrada puede hacer maravillas en la conducción.
Antes de entrar al asunto, conviene aclarar que no hay que confundir las barras estabilizadoras con las barras de torsión. Estas últimas se pueden referir a dos componentes del coche: o bien al elemento que une las ruedas al chasis para aislarlo de las irregularidades del firme, o a la barra que aumenta la rigidez del chasis, este último caso solo en coches de corte deportivo (muy visible abriendo el maletero de un Nissan 350Z, por ejemplo). La idea de equiparlas es evitar que el chasis se “doble” en el momento de afrontar curvas a un rito un tanto alegre.
¿Cómo funciona exactamente una barra estabilizadora?
Como se acaba de mencionar, durante el proceso de tomar una curva, la masa suspendida de la carrocería se desplaza de forma natural hacia el lado exterior del coche, lo que se conoce como el balanceo de la carrocería. Esto no es algo que uno desee, pues a medida que el vehículo se inclina, las ruedas siguen los mismos pasos, lo que reduce el área de contacto de los neumáticos. Un balanceo excesivo también da como resultado un automóvil más lento de respuesta a la hora de ejercer cambios en la dirección.
A grandes rasgos, una barra estabilizadora evita que el coche se mueva en las curvas como un barco en alta mar. Pero tampoco se puede hablar de este fenómeno sin mencionar el centro de balanceo y el de gravedad. Una estabilizadora es el brazo de palanca formado entre el centro de balanceo (de un solo eje), el eje de balanceo (centro de balanceo de ambos ejes) y el centro de gravedad. Cuanto mayor sea el peso a desplazar, como bien puede ser el caso de un todoterreno o el de un SUV, mayor será también la tendencia al balanceo.
La forma más fácil de ajustar el equilibrio del chasis (la tendencia al sobreviraje o subviraje) es mediante la barra estabilizadora. Equipar una más gruesa en la parte trasera, ya sea en un coche de propulsión o de tracción, promoverá el sobreviraje, mientras que en el frente sacará a relucir el subviraje. ¿Por qué? Porque cuando giras, la barra “carga” sobre la rueda exterior. La interior se “levanta” del suelo al estar más ligera, por eso un eje con una barra demasiado gruesa perderá agarre antes que uno que tenga menos rigidez al tomar giros.
Si tienes una barra estabilizadora, la energía del lado más cargado de la suspensión se transferirá a través de la barra a través de una fuerza de torsión, efectivamente “tirando” de la rueda en el lado opuesto del eje hacia la carrocería; se opone a la inclinación natural causada por la inercia. Esto no elimina el balanceo al completo, pero lo reduce sensiblemente al igualar las fuerzas a través de un eje. La barra resiste dicha fuerza gracias a su rigidez torsional. Cuanto más rígida es la barra (dentro de unos límites) menos se inclinará el vehículo.
Esta es la razón por la que algunas barras estabilizadoras del mercado de componentes se hacen más rígidas mediante el uso de materiales más fuertes o aumentando su diámetro para incrementar el manejo y rendimiento. Una ventaja de estas piezas es que pueden conseguir que el vehículo se incline menos sin aumentar la rigidez de la suspensión, lo que no compromete la calidad de marcha. Algunas incluso se pueden ajustar a través de diversos puntos a los enlaces finales, o mediante una configuración controlada por ordenador (suspensión adaptativa).
¿Qué desventajas tienen las barras estabilizadoras?
Los inconvenientes de una barra estabilizadora más rígida son que la fuerza del golpe en una rueda se transferirá a la otra, provocando movimientos muy discordantes. En carreteras en mal estado, esto puede agravar las cosas al hacer que el coche se mueva y traquetee en detrimento de la comodidad de todos los que se encuentran a bordo. Por lo demás, salvo que te hayas visto involucrado en un accidente, es poco probable que la barra estabilizadora requiera de atención durante la vida útil del coche; reemplazar las bieletas y casquillos, como mucho.
Fuente: BoxThisLap, Suspension Secrets