El calor sofocante del verano puede pasar factura a muchas cosas. Además de amodorranos en el sofá y no nos invita a salir hasta la madrugada… ¿Qué hay del coche? Sabemos que, con el tiempo, el sol comenzará a desteñir la pintura y estropeará las lunas, y eso es solo por fuera. El calor también caldea los componentes de goma y plásticos del interior. Y de todas estas cosas que se ven afectadas por el sol, ¿alguna vez has pensado que el calor afecta a los frenos?
Efectivamente, el calor es un gran enemigo de los frenos del coche. El calor se crea de forma natural por la fricción al frenar y, cuando a eso se suman las temperaturas ambientales más altas de lo normal en verano, pueden causar estragos en los frenos.
Afortunadamente, los fabricantes llevan años perfeccionando las pastillas de freno para hacerlas más resistentes al calor provocado por la fricción y la temperatura. En un coche promedio, los discos pueden alcanzar 150° C, y más de 250° C en los vehículos más pesados.
Con el tiempo, el calor generado en la fricción puede provocar el desgaste de los componentes de los frenos. Sin embargo, el calor extremo dentro del sistema de frenado es un problema. Si los frenos se sobrecalientan severamente y no pueden enfriarse, es probable que el sistema de frenos comience a fallar. Con el calor adicional provocado por el verano, la posibilidad de que los componentes fallen aumenta considerablemente. Si encima estos no son de buena calidad, es posible que no haya suficiente material para disipar el calor adecuadamente.
Cuando se evita que el calor escape, el líquido de frenos puede comenzar a hervir, reduciendo la potencia de frenado y creando la sensación que se conoce como “esto no frena”. Cuando la temperatura es elevada, por encima de los 30 °C, la capacidad de refrigeración de los discos y pastillas de freno se reduce proporcionalmente, algo que también ocurre con el líquido. En ese sentido, hay que subrayar que la evacuación del calor en verano es más difícil y los discos hasta pueden llegar a deformarse, del mismo modo que el líquido de frenos podría hervir.
Así, con altas temperaturas, los frenos pueden sufrir sobrecalentamiento debido al rozamiento contra el disco. En este sentido, si tras una ola de calor o durante las altas temperaturas que hay en verano observamos síntomas de fallos en frenos como ruidos o vibraciones al frenar, que el pedal de freno se hunde, está muy duro o pierde capacidad de frenado, deberíamos someter el sistema de frenos a revisión lo antes posible. Por eso, asegúrate siempre de tener los frenos en el mejor estado posible con una inspección rutinaria y un mantenimiento que sea regular.
Fuente: ECEC