Ay, las vacaciones de verano. Época de sol, de playa, de lucir cuerpo tras meses de dietas y de olvidarse un poco del mundo. ¿A quién no le gusta este momento del año? A los coches, por ejemplo. No solo se ensucian más y los bichos se sienten atraídos por el parachoques, sino que es más importante hacer un correcto mantenimiento del parabrisas y del resto de cristales de un vehículo. Las altas temperaturas y otros factores provocan que los cristales sufran mucho en estas fechas, y es peligroso tenerlos en mal estado.
En verano e invierno es cuando más parabrisas se rompen. Las temperaturas extremas y las diferencias térmicas ayudan a que un pequeño impacto fácilmente reparable se transforme en una raja incurable, o peor aún, que te ocurra en mitad del camino. Ya lo hemos dicho en más de una ocasión: si el parabrisas ha sufrido un impacto, hay que acudir al taller lo antes posible. Porque un parabrisas reparado recupera el 100 % de su rigidez original, lo que se ha demostrado ya en numerosos estudios realizados por entidades independientes.
Mira los limpiaparabrisas y el nivel de líquido
Es una creencia errónea considerar que las escobillas de los limpiaparabrisas solo hay que cambiarlas cuando llegan las lluvias y no limpian nada, especialmente tras haberse “secado” en verano con el calor. Las escobillas hay que cambiarlas cuando se agota su vida útil, sea la época del año que sea. Un barrido con el parabrisas lleno de polvo e insectos, junto con las escobillas desgastadas, son sinónimo de quedarnos a ciegas al volante. Asimismo, en verano hay que estar muy atentos a que no caiga a cero el nivel de líquido limpiaparabrisas.
Cuidado con los insectos, dan mucha guerra
En esta época del año muchos insectos acaban estampados contra el parabrisas. Hay que usar los limpiaparabrisas con regularidad para no comprometer la visibilidad, evitar que los restos de los mismos se sequen y dañar las escobillas del limpiaparabrisas. Y si esto no es suficiente, lo suyo sería parar en una estación de servicio para limpiar el parabrisas a fondo, que normalmente suelen disponer de una cuba con agua y jabón y una espátula limpiadora. Además, no solo perjudican a las lunas, también a la pintura exterior si no retirar a tiempo.
El polvo en suspensión y la arena de la playa
La sequedad, las elevadas temperaturas y los vientos procedentes de África hacen que en verano se levante más polvo y arena. Además, las grietas del asfalto se dilatan por el calor y en ellas se acumula un polvo que los coches levantan a su paso. Este polvo se adhiere a los cristales y reduce nuestra visión. Hay que elegir bien cuándo usar los limpiaparabrisas para hacer una pasada, porque el barro que se forma en el parabrisas y los reflejos de la luz nos dejarán a ciegas unos segundos, efecto que se intensifica con unas escobillas en mal estado.
Por otro lado, los coches estacionados cerca de la playa suelen acabar cubiertos por una fina capa de polvo y arena. Al salir de la playa no hay que poner los limpiaparabrisas, ni tampoco bajar las ventanillas, que podrían dañarse y rayar los cristales. La respuesta de manual sería limpiar el coche con aire y agua a presión, algo que en el mundo real es casi imposible de hacer. Lo que sí se puede hacer es llevar en el coche una garrafa llena de agua, para retirar la mayor parte de la arena de los cristales antes de acometer una limpieza más profunda.
No limpies el parabrisas con el sol de cara
Usar los limpiaparabrisas con el cristal sucio y llevando el sol de cara no es una buena idea: durante un largo instante no veremos casi nada (como acabamos de mencionar) y, a 120 km/h, recorremos más de 30 metros por cada segundo. Este efecto se acentúa, en gravedad y tiempo, con unas escobillas desgastadas. Sí, muchos estaréis pensando ahora que lo leéis que un gran peligro, pero luego otros tantos no son conscientes de lo que puede ocurrir en esos pequeños momentos en los que uno mira o contesta a un mensaje, y es nada y menos.
La lluvia también es traicionera
Aunque pueda parecer que un “chaparrón” ocasional sirve bien para limpiar el parabrisas, en muchas ocasiones solo lo ensucia más. Por un lado, el vehículo suele acumular polvo que tarda en limpiarse con la lluvia, y por otro, las nubes también suelen estar cargadas de polvo en esas fechas. Además, las primeras lluvias veraniegas tras muchos días de sequía suelen derivar en un asfalto extremadamente resbaladizo por el barrillo que se forma al mojarse el polvo acumulado en sus grietas. Por eso el agarre de las gomas es menor en zonas playeras.
¿Y los inconvenientes de aparcar bajo un árbol?
La sombra de un árbol es un lugar idílico para aparcar en verano, sí. Pero puede traer malas consecuencias, en forma de excrementos de pájaros, frutos maduros y resinas pegajosas de los propios árboles sobre nuestro parabrisas, elementos todos ellos difíciles de limpiar. Para dejar los cristales relucientes, podemos humedecer una toalla con un poco de agua y jabón (o un producto de limpieza dedicado), y dejarla actuando durante la noche. Para manchas muy acusadas se puede utilizar un poco de bicarbonato de sodio en un paño de microfibra.
Para ir terminando, cabe decir que el 90 % de la información que recibimos al conducir nos llega por la vista. Asimismo, el parabrisas también aloja los sensores de los sistemas ADAS, que son los “ojos” de los sistemas de asistencia al conductor. Además, como decíamos unas líneas más arriba, tanto en verano como en invierno es cuando más parabrisas se parten: las temperaturas extremas y las diferencias térmicas generan grandes tensiones en los cristales, que pueden convertir una marca apenas visible en una visita al taller para cambiar la luna.
Fuente: Carglass