En las cifras de siniestralidad año tras año vemos que un gran porcentaje de las víctimas mortales se registran durante la noche a pesar de que el tráfico es menos. También se habla de alrededor de un 5 % del total de accidentes durante el amanecer y el atardecer, que suponen apenas unos minutos al día. Con esos datos nos queda claro que hay que extremar precauciones con los deslumbramientos mientras se conduce, pues pueden generar situaciones de verdadero peligro.
Al fin y al cabo, aproximadamente un 90 % de la información que recibimos al conducir nos llega mediante el sentido de la vista. Ya hablamos de la importancia de hacerse revisiones periódicas de la vista y de algunas directrices para mejorar la visibilidad. Ahora vamos a centrarnos en evitar esa ceguera temporal causada por un fuerte contraste lumínico y que nos hace recorrer cientos de metros sin saber prácticamente lo que pasa por delante.
Porque el deslumbramiento es precisamente eso, cuando el ojo está adaptado a una luminosidad y de repente recibe un nivel muy superior de luz no es capaz de gestionarlo correctamente. Pasa de forma más acusada de noche, cuando la pupila está dilatada para ver mejor en la oscuridad y recibe una fuente de luz directamente que obliga a contraer la pupila perdiendo un gran porcentaje de la visión momentáneamente.
Por eso empezábamos hablando de la noche y de los momentos del alba y el ocaso, porque son las situaciones donde los conductores son más susceptibles de sufrir un deslumbramiento. Cuando se conduce de noche las principales causas podrían ser algunas como cruzarse con un coche con las luces largas o con los faros mal alineados. Aunque a veces pueda ser difícil de evitar, se puede reducir con recomendaciones como intentar no mirar directamente a la luz y centrar la vista en el lado derecho, centrándose en carril por el que se circula.
Durante el día las causas son diferentes. Como hay mayor cantidad de luz, el problema suele darse con los grandes contrastes y en esas horas cuando el sol está bajo. Una situación muy típica se da a la salida de un túnel, cuando la vista está acostumbrada a las luces artificiales y a una oscuridad parcial y recibe una fuerte luz natural a la salida en milésimas de segundo. En este caso es clave llevar unas buenas gafas de sol que pueda mitigar ese efecto. También mantener la velocidad y la dirección para evitar impactos contra otros vehículos.
Otra situación casi inevitable es cuando se conduce con el sol bajo de frente, cuando también el uso de las gafas de sol se hace casi obligatorio y también se puede recurrir al parasol del coche. Aunque el sol esté en otra posición tampoco hay que descuidarse, pues pueden afectarnos los reflejos lugares como edificios u otros coches. Con el sol por la espalda también nos puede llegar el reflejo a través del retrovisor, por lo que es recomendable colocarlo en su posición nocturna si no se cuenta con uno antideslumbramiento.