Después de repasar la serie BAT que Alfa Romeo había encargado a Bertone entre 1953 y 1955 parecía extraño que la firma italiana no se hubiese atrevido a emplear un diseño tan aerodinámico en algún coche de producción. Sí los hubo. El primero de ellos fue el Giulietta Speciale Tipo 750 SS, que se gestó allá por 1959. Y el segundo fue este Alfa Romeo Giulietta Sprint Speciale, en el que se plasmaron muchas ideas de Bertone, padre de la criatura.
«Padre» del Giulia Sprint Speciale (en realidad prácticamente el mismo coche, con otra mecánica), se fabricaron apenas 1.366 unidades, lo que lo convierte en uno de los coches de cuatro cilindros favoritos entre los coleccionistas (y entre muchos que no podemos serlo).
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Estaba impulsado por el mismo motor de 1.290 centimetros cúbicos con doble árbol de levas, que había demostrado ser tan capaz en Giulietta Sprint Zagato, y con un coeficiente aerodinámico notablemente bajo, de apenas 0,28 Cd, el Alfa Romeo Giulietta Sprint Speciale parecía contar con otra mecánica bajo el capó y superaba sin dificultad los 190 km/h, una cifra inaudita en aquella época para un coche de 100 CV.
El Giulietta Sprint Speciale se denominó Tipo 101.20 para diferenciarlo del Tipo 750 SS. Había algunos cambios respecto al modelo precedente, como las puertas de acero, los carburadores Weber 40 DCOE2 carburetors, el morro más alargado y afilado, paragolpes diferentes, mejoras en sonido del escape o el lema «Giulietta Sprint Speciale» en el lateral. Contaba con ventanas de cristal (se dijo adiós a las de plexiglas, y a pesar de eso el peso se quedaba en 820 kg, lo que explica sus prestaciones).
El motor estaba ligado a una transmisión manual de cinco velocidades (la misma que el Giulietta Sprint Zagato de competición) y contaba con suspensión delantera independiente y suspensión trasera de eje rígido con resorte helicoidal y amortiguadores. Para detenerse contaba con la ayuda de frenos de tambor en las cuatro ruedas.
Una de esas únicas 1.366 unidades fabricadas, con el chasis número AR177369, es la que ves en las imágenes que ilustran este artículo. Resulta increíble cómo, 55 años después sus líneas continúan siendo tan evocadoras y sugerentes, sobre todo en esa pintura azul Bluelette, que es la misma con la que salió de fábrica.
También cuenta con el motor original, que parece que nunca ha sido sacado de su vano. Es algo bastante extraño, casi inédito en un coche de sus características y se debe sin duda a la historia que hay detrás del coche. Ha permanecido los últimso 42 años en manos de una familia parisina que no lo ha restaurado ni modificado, hasta el punto de contar con las alfombrillas originales (tan sólo se han retapizado los asientos). Quizá de forma involuntaria, pero haber permanecido en esa cápsula del tiempo ha hecho que su valor sea todavía mayor. Subastado el 8 de febrero en París, se esperaba que alcanzase un valor entre 120.000 y 150.000 euros. ¿Mucho o poco por uno de los coches de cuatro cilindros más bellos y aerodinámicos de la historia?
Fuente: RM Sotheby’s
Galería de fotos: Dirk de Jage, cortesía de RM Sotheby’s