Cuando el Aston Martin Cygnet hizo su debut en el Salón del Automóvil de Ginebra de 2010, muchos pensamos que algo no funcionaba bien en las cabezas de la directiva de la empresa. Digamos que, a pesar de los intentos de la firma inglesa por ofrecer un medio de transporte más acorde a una vida eminentemente urbana, el producto final no casaba con el imaginario popular de lo que es un Aston Martin.
Camuflado entre los atractivos deportivos de la compañía, había un pequeño coche urbano de aspecto rechoncho impulsado por un modesto motor de 1.3 litros y cuatro cilindros en línea. Y si debajo de esa parrilla de Aston Martin y la enorme cantidad de cuero que cubría las superficies interiores el conjunto te resulta familiar, es porque el Cygnet era, básicamente, un Toyota iQ revestido. Y para sorpresa de muchos espectadores, la compañía británica se tomó realmente en serio su puesta en escena.
Para ser justos con el urbanita anglo-nipón, el mayor admirador del Cygnet y por entonces CEO de la marca Ulrich Bez, veía mucha lógica detrás del movimiento. Quería ofrecer a los clientes una opción para quienes buscaban un coche idílico para una ciudad congestionada, algo así como hizo Porsche creando el Cayenne para aferrarse a los clientes de la compañía que necesitaban algo más grande que un 911. Aston Martin estaba sumergida en recortes, y la eliminación de personal recién estaba despegando.
El fabricante inglés también buscaba atraer a nuevos clientes a la marca mientras pretendía cumplir con las nuevas normativa sobre los objetivos de emisiones. Sin una empresa matriz que fabrique coches económicos para ayudar a compensar la suciedad que sale de los tubos de escape de sus legendarios V12, Aston Martin vio en el Cygnet la oportunidad para reducir su promedio de emisiones de CO2. ¿Qué mejor forma de bajar la media de emisiones que un diminuto vehículo urbano construido por Toyota?
Pero dicho todo esto, uno se plantea también la pregunta: ¿Alguien realmente iba a gastar 40.000 euros de 2011 en un elegante Toyota iQ cuando podía comprar algo más decente por menos de la mitad? Desafortunadamente para Aston Martin, no mucha gente lo hizo. Se habló de unos objetivos de ventas de 4.000 unidades anuales cuando empezó la producción, pero tras un interés limitado y la muerte inminente de su donante en 2013, el Cygnet acabó encontrando solo un par de cientos de compradores.
Sin embargo, una década después, esa locura no parece que fuese una adquisición tan loca después de todo. Echando un vistazo a varias plataformas de compraventa, los Aston Martin Cygnet que hay ofertados tienen precio de entre 35.000 y 55.000 euros, la gran mayoría con menos de 50.000 kilómetros a sus espaldas. En el supuesto que esas unidades cambien de manos por un precio vagamente cercano a sus precios de venta, esos números representan una ganancia significativa con respecto al precio de 2011.
Técnicamente, si ajustamos la inflación algunas unidades han perdido algo de valor, ya que en 2021, la tarifa por un Aston Martin Cygnet oscilaría entre los 45.000 y 48.000 euros. Pero si miras qué ha sucedido con el valor del iQ durante el mismo período, podemos confirmar qué tan bien le ha ido a Cygnet. En 2011, el iQ costaba unos 12.000 euros en España, 17.000 en el caso más caro, pero una década después, la misma caja de zapatos japonesa vale entre unos 3.000 y 10.000 euros, dependiendo del estado.
Ahora echa un vistazo a los otros Aston Martin que podrías haber comprado en 2011. ¿Qué tal ese magnífico DB9 con motor V12 por algo más de 200.000 euros? A menos que se trate de un ejemplar con un kilometraje extremadamente bajo, probablemente valga alrededor de 60.000 o 90.000 euros, lo que significa que ha perdido casi el 60 % de su valor original. El pequeño Vantage ha sobrevivido un poco mejor, ya que uno con cerca de 30.000 kilómetros que nuevo costaba 150.000 euros, ahora puede encontrarse por unos 70.000 euros.
De todas formas, sabemos qué modelo hubieras estado conduciendo los últimos 10 años si la depreciación no fuese un problema. Pero esas cifras ciertamente muestran al Cygnet bajo una luz más favorable. Y con la retrospectiva, es difícil no verlo como una idea sólida para la que el mundo aún no estaba preparado, lo que no quiere decir que Aston Martin acertase en el producto. Había muchas bondades en el iQ, como su bajo consumo y maniobrabilidad, pero no creemos que fuerala base idónea para un Aston Martin de acceso.