Corría la década de los 60, un momento dorado para el sector del automóvil en el que se atrevían a hacer vehículos del todo dispares. En esos años se concebía el mítico Shelby Cobra, un referente en cuanto a deportivos en el continente americano. Como era de esperar, muchos quisieron replicar su éxito y de ahí que nacieran ejemplares como el DeTomaso Mangusta o el Bill Thomas Cheetah del que vamos a hablar en este artículo.
Bill Thomas fue un ingeniero estadounidense que había estado trabajando preparando algunos Chevrolet Corvettes de competición. En 1960 creó su propia empresa dado a la buena reputación que se había grajeado y directamente desde General Motors llamaron a su puerta. Con ellos trabajó en el rendimiento del Chevrolet Corvair y también el Nova. Aunque su pasión seguía siendo la competición y lo demostró con alguna puesta a punto clave, como la del coche con el que Louis Unser ganó en su categoría de Pikes Peak.
Esa relación con GM hizo que Bill Thomas estableciera amistad con Vince Piggins, jefe de productos «Performance» de la marca. En 1963 comenzó el proyecto Cheetah de forma encubierta y como vehículo conceptual. Thomas contó con la ayuda de Don Edmunds para la producción del coche y recibió algo de capital por parte de algunos inversores privados. Como era un proyecto no oficial, por parte de Chevrolet apenas recibió un motor Corvette 327, una transmisión Muncie y ensamblajes traseros independientes.
Con ese punto de partida, se encerraron en un taller a tomar medidas y Edmunds dibujó con tiza el contorno básico del chasis del Bill Thomas Cheetah. Le siguieron varios bocetos y empezó a tomar forma un proyecto algo surrealista. Se trataba de una mezcla de todo lo que debería tener un coche para ser deportivo, pero otra cosa era producirlo. Era más un ejercicio de diseño que otra cosa, una muestra del trabajo que podían hacer con vistas de que GM les contratase para más proyectos en el futuro.
De hecho, cuando Thomas decidió hacerlo realidad y llevarlo a competir tuvieron que hacer mucho trabajo para que fuera un coche realista y capaz sobre la pista. Pero el resultado no defraudó y recurrieron a California Metal Shaping para hacer la carrocería de aluminio y a Aircraft Wind para los vidrios ligeros. Aunque inicialmente contaron con el V8 Corvette 327, posteriormente saltaron al V8 Corvette 396, el de 6.5 litros que desarrollaba 425 CV de potencia, ligado a una transmisión M22 Muncie Rock Crusher.
Los primeros ejemplares fueron de aluminio, pero los siguientes llevaban carrocería de fibra de vidrio. Lo mismo con el motor, pues a partir de 1967 montaron un Corvette 427 L88 con 7.0 litros y cabezal de aluminio aún más grande. Este Bill Thomas Cheetah estuvo compitiendo un lustro en algunas carreras con resultados dispares. Presentó algunos problemas de sobrecalentamiento (lo solventaron con un radiador Pontiac NASCAR) y por falta de rigidez, la mayoría tuvieron que se reforzados.
El objetivo era hacer 100 unidades del Bill Thomas Cheetah para conseguir la homologación, pero la normativa cambió. Al necesitar 1.000 unidades, Chevrolet dio marcha atrás y retiró su apoyo. También se juntó la llegada de coches de verdadero motor central a competición, como el Ford GT40, que dejó obsoletos al resto. Si a lo anterior le sumamos un incendio en la fábrica de Bill Thomas, el proyecto Cheetah quedaría cancelado en 1965 tras haber sorprendido al mundo.
Fuente: Silodrome
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