¡Ay, el coche volador! ¿Cuántas veces habremos soñado con él? Lo hemos visto en infinidad de sitios, ya sea a través de la gran pantalla o incluso en cómics. También hemos visto innumerables prototipos a lo largo de los años. El concepto de circular con nuestro vehículo personal no es nada novedoso, y aún con el paso de los años, todavía seguimos esperando a que el momento de poder adquirir uno sea una realidad.
Estás atrapado en el tráfico en un atasco de mil demonios frente a ti. La única solución posible para llegar a casa más rápido es presionar un botón y despegar en tu coche volador. Todos los conductores querrían tener eso, al menos, una vez en la vida (un servidor inclusive), y las películas han estado mostrando tales vehículos durante décadas. Todo sería mucho más fácil y cómodo, al menos aparentemente, pues del tráfico aéreo tampoco nos acabaríamos librando.
Estar conectado al mundo a través de un dispositivo móvil parecería ciencia ficción para alguien que hubiese vivido hace unas pocas décadas. Entonces, ¿por qué tenemos ordenadores de bolsillo y no coches voladores? Aparentemente, parece mucho más sencillo de hacer que una red conectada a nivel mundial. El último informe de la cadena de noticias estadounidense CNBC ha analizado en profundidad la historia de este peculiar concepto y sus desafíos tecnológicos.
Como se ha mencionado al comienzo del artículo, lo primero que aprendimos fue que la idea de un automóvil capaz de surcar los cielos es mucho más antigua de lo que muchos de nosotros podríamos pensar. Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) ya había un prototipo funcional, y la gente ha estado trabajando en el coche con alas por más tiempo. Sin embargo, más de un siglo después, este todavía no es un medio de transporte que se pueda comprar.
El principal problema con el coche volador es que le estamos pidiendo a una máquina que sea buena en dos cosas. Un avión debe ser aerodinámico y sostenerse en el aire. Para ello utiliza un sistema de propulsión y elevación hacia adelante. Mientras tanto, el automóvil usa su motor para conducir las ruedas, a la vez que también debe ser lo suficientemente resistente como para hacer frente a los baches e incluso a los choques. Y algunos visionarios casi lo han logrado.
En 1946 se reveló el FA-2 Airphibian. Se veía bien, y su creador Robert Fulton logró volar 160.000 kilómetros en él, pero era demasiado caro para producirlo en masa. Unos años más tarde, el mundo obtuvo el Taylor Aerocar, que era a la vez legal en carretera y en el aire. Solo se fabricaron cinco ejemplares, y hace unos años, uno de ellos se vendió en una subasta por 275.000 dólares (250.300 euros, aprox.). Hasta ahora, ha sido el único vehículo homologado para ambos ámbitos.
También existen algunos ejemplos modernos. El AeroMobil de Terrafugia ha estado en todas las noticias en la última década, y parece una evolución del Airphibian y el Aerocar. Sin embargo, no ha sido completamente certificado y probablemente tampoco pasaría una prueba de choque. Según el informe de la CNBC, la única forma verdadera de hacer un coche volador es olvidarse por completo de la parte del automóvil. Al fin y al cabo, todos los aviones tienen ruedas, ¿no?
Los vehículos VTOL (Vertical Take Off and Landing) están preparados para revolucionar el transporte. Muchas compañías, incluidas las automotrices como Audi, Hyundai o Porsche, han invertido miles de millones en los llamados taxis voladores. Los sistemas lo suficientemente potentes para vuelos autónomos son cada vez más baratos, mientras que los motores son cada vez más compactos y las baterías ofrecen el tipo de propulsión que estos vehículos necesitan.
Fuente: CNBC