El combustible hecho a partir de material orgánico podría reemplazar al combustible fósil de la noche a la mañana. Podría decirse que la naturaleza humana suele tomar el camino más fácil, y que las consideraciones financieras optan por el camino más rentable. Estas son las dos cosas que impulsan a la sociedad, algo especialmente cierto cuando se resuelven problemas que afectan a todos, como el calentamiento global.
La electrificación cumple ambos requisitos, pero plantea la cuestión de si la decisión inicial de abandonar los motores de combustión es buena. Los productores de petróleo más grandes del mundo son los que potencialmente pueden perder más, puesto que las alternativas podrían descartarlos. Si bien pueden controlar la experiencia y los recursos para perforar y producir los productos derivados del petróleo, no ocurre lo mismo con otras fuentes de energía.
Sin embargo, están bien posicionados para invertir más en combustibles sintéticos neutros en carbono, bautizados como “drop-in”, que se pueden dispensar utilizando las explanadas de las estaciones de servicio existentes sin la necesidad de crear una infraestructura completamente nueva. Los expertos han estado diciendo durante años que la forma más rápida de reducir el dióxido de carbono (CO2) del transporte es cambiar a un combustible que sea líquido, sintético y sostenible, neutro en carbono, con el que puedan funcionar los vehículos existentes.
“Drop-in” significa que, a diferencia de la gasolina dosificada con etanol, puede haber pocas o ninguna desventaja. Si mañana todos los coches del mundo pudieran llenarse con combustible sintetizado a partir de materiales orgánicos, el CO2 atmosférico derivado del combustible para el transporte desaparecería casi de la noche a la mañana. El Grupo Volkswagen es uno de los fabricantes que lleva un par de décadas persiguiendo el desarrollo de combustibles sintéticos, y Porsche es uno de los últimos en asomar la cabeza con un proyecto de competición.
Mazda también se ha subido al carro, que el año pasado se convirtió en el primer fabricante en unirse a la eFuel Alliance. Al igual que Porsche, la firma de Hiroshima se ha lanzado a las pistas de carreras para ayudar a desarrollar y promover el uso de combustible sintético. En el caso de Mazda, un motor diésel Skyactiv-D de 1.5 litros, en lugar de un motor de gasolina, impulsó un Mazda2 preparado para competir, abogando por las carreras de motor libre de emisiones.
Dicho Mazda funciona con Susteo, un combustible sintético suministrado por el socio Euglena, y la materia prima necesaria para fabricarlo es aceite de cocina usado (90 %) con aceite y grasa extraídos de la microalga, llamada euglena, que hace el resto. Usar aceite vegetal no significa que los vehículos anden oliendo como una tienda de pescado y papas fritas. Es solo una fuente de biomaterial de desecho sostenible que se puede convertir en gasolina sintética o diésel.
Esta solución es neutral en CO2 porque las plantas utilizadas para producirlo se atiborraron de CO2 de la atmósfera mientras crecían. Sin embargo, el objetivo es moverse completamente sin emisiones, y se necesitaría mucho para reemplazar el consumo mundial de aceites de petróleo. El transporte por carretera necesita de alrededor de 6.000 millones de litros de gasolina y diésel al día en todo el mundo, pero, dicho esto, la cifra del aceite vegetal ronda los 650.000 millones de litros. Dicho así, la idea de producir suficiente combustible líquido libre de emisiones para impulsar a los motores térmicos existentes no parece tan mala.