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Gonzalo Yllera

Google, pionera en el uso de coches sin conductor

La conocida multinacional informática con sede en Mountain View, California, parece que está extendiendo sus redes bastante más allá del entorno de los motores de búsqueda por Internet. Aparte de sus conocidos productos, como pueden ser el famoso buscador “Google”, el también “adictivo” Google Maps – Street View o Google Earth, ahora dirigen sus miradas a un entorno íntimamente relacionado con estos últimos. Nos referimos a una investigación pionera sobre lo que ha dado en llamarse “Conducción Autónoma”.

Toyota Prius autónomo desarrollado por Google

Un vehículo terrestre autónomo es aquel que se desplaza y pilota totalmente por su cuenta, sin conductor humano y sin control remoto. A través de la utilización de diversos sensores y sistemas de posicionamiento, es el vehículo el que es capaz de distinguir todas las características de su entorno necesarias para poder llevar a cabo la ruta que se le ha asignado.

Pongámonos en antecedentes. En el año 2005 (aunque previamente en el 2004 se celebró una edición no tan concurrida) tuvo lugar en Estados Unidos la denominada DARPA Grand Challenge. La prueba en cuestión consistía en una competición entre vehículos de las más diversas características, que pudieran conducir de manera autónoma más de 132 millas por el desierto de Mojave. Un equipo de estudiantes y profesores de la Universidad de Stanford diseñó un coche robot llamado Stanley (un Volkswagen Touareg, convenientemente modificado), que ganó esta segunda edición del evento, y se embolsó los 2 millones de dólares del primer premio. El Stanford Racing Team alcanzó la meta en primer lugar, con un tiempo de 6 horas y 53 minutos. Pues bien, este equipo estaba dirigido por Sebastián Thrun, de 43 años de edad, Director del Laboratorio de Inteligencia Artificial de la Universidad de Stanford, ingeniero de Google y co-inventor del servicio Street View. ¿Os extraña ahora la participación del gigante informático en este proyecto?

DARPA Grand Challenge 2005

Para los que lo desconozcáis, DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency) es una agencia del Departamento de Defensa Norteamericano responsable del desarrollo de nuevas tecnologías para uso militar, y es la institución más involucrada en la investigación y desarrollo de vehículos autosuficientes.

En el año 2007 se llevó a cabo una nueva edición de esta prueba, denominada en esta ocasión DARPA Urban Challenge. Había una notable diferencia con las anteriores, y es que, como su propio nombre indicaba, tenía lugar en un entorno urbano, con todas las dificultades que ello conllevaba. En total eran 96 kilómetros con cambios de carril, rotondas, límites de velocidad y, por supuesto, señales de tráfico. Para esta ocasión el equipo de la Universidad de Stanford participó con un Volkswagen Passat denominado Junior, del que ya os hemos hablado aquí, completamente equipado de la más avanzada tecnología, pero fueron batidos por un SUV (un Chevrolet Tahoe, llamado Boss) de la también prestigiosa Universidad Carnegie Mellon.

DARPA Urban Challenge 2007

Lo que llama poderosamente la atención de las sucesivas ediciones, es que según avanzan en el tiempo, los vehículos resultan menos “aparatosos”, disminuyendo notablemente las estructuras que sustentan los sensores, radares, cámaras, etc. Hasta que llegamos a estos Toyota Prius (también hay un Audi TT) que podrían pasar perfectamente por la próxima generación de los coches de Street View, que Google utiliza para tomar fotografías y recoger datos para sus mapas. Pero en realidad no tienen mucho que ver.

La compañía fundada por Larry Page y Sergey Brin (dos estudiantes de la Universidad de Stanford) en el año 1998, ha estado trabajando en secreto en esta tecnología, desarrollando un software de inteligencia artificial que permita al vehículo distinguir todo lo que ocurre a su alrededor e imitar las decisiones tomadas por un conductor humano.

Las pruebas que podemos ver en el video e imágenes se llevaron a cabo siempre con alguien al volante para tomar el control si algo salía mal y con un técnico en el asiento del pasajero para supervisar el complejo sistema de navegación. Siete coches de prueba han realizado más de 1.000 millas cada uno sin intervención humana y más de 140.000 millas totales con sólo ocasionales intervenciones del piloto. El único accidente, han confesado los ingenieros, fue cuando un coche de Google fue alcanzado por detrás por otro vehículo, mientras se encontraba detenido en un semáforo.
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Según los responsables de la firma esperan que esta tecnología pueda transformar tan profundamente la sociedad como lo ha hecho Internet. Sobre todo en lo concerniente a la seguridad, a la eficiencia en la conducción y la sostenibilidad medioambiental.

Características Toyota Prius autónomo

Los vehículos robotizados reaccionan con mayor rapidez que los seres humanos ante cualquier eventualidad, ya que tienen una percepción de 360 grados de lo que ocurre a su alrededor y no se distraen, no tienen sueño o no les afecta el consumo de alcohol. Según las estadísticas más de 37.000 personas murieron en accidentes automovilísticos en los Estados Unidos en 2008.

Los ingenieros dicen que esta tecnología podría duplicar la capacidad de las carreteras al permitir que los coches, al conducir de forma más segura, podrían ir más cerca unos de otros. Debido a que en estos coches robot, con el tiempo, sería menos probable un accidente, se podrían construir con estructuras más ligeras, reduciendo por tanto el consumo de combustible. Pero, por supuesto, para ser realmente más seguros, los coches deberían ser mucho más fiables que, por ejemplo, las computadoras personales o los sistemas operativos de hoy en día, que fallan en ocasiones, dan pantallazos azules o se infectan frecuentemente con virus. En cualquier caso, incluso en las previsiones más optimistas, el despliegue masivo de esta tecnología no se produciría antes de ocho o diez años.

Pero ante tal tesitura cabe hacerse una pregunta ¿nos acabaríamos fiando de los ordenadores para conducir por nosotros? Se pueden producir casos tan “curiosos” (por llamarlos de alguna manera) como el acaecido no hace mucho, en el que una persona falleció ahogada en un pantano por una cartografía obsoleta de su navegador. Y en el caso de un accidente, ¿quién sería el responsable?, ¿la persona que se encuentre detrás del volante o el fabricante del software? De todas formas, si lo pensamos fríamente, casi a diario ponemos nuestras vidas en manos de estas mismas computadoras, por ejemplo cuando entra en funcionamiento el piloto automático de un avión (que es una máquina mucho más costosa y compleja que un automóvil). Veremos cómo evoluciona esta tecnología, ya que los ingenieros parecen empeñados en que la realidad, una vez más, supere a la ficción.

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