No cabe duda de que, para una empresa, un robot es algo maravilloso. Un trabajador perfecto, que no necesita descansar, no se queja de las condiciones impuestas… y ejecuta acciones de forma repetitiva sin aburrirse, sin un solo fallo. Pero en esas cualidades reside precisamente su gran error: una vez programados y ajustados pueden realizar la tarea que se les encomienda millones de veces sin rechistar… pero sólo esa.
Eso puede llegar a ser un problema en marca y modelos donde los niveles de personalización y los opcionales disponibles sean claves para su venta. Y el ejemplo lo tenemos en Mercedes-Benz. Reprogramar y volver a afinar los robots para unos pocos vehículos no es una opción viable… de ahí que los de Stuttgart hayan tenido que recurrir a alguine más flexible y adaptable para realizar este trabajo: los humanos.
Poco a poco, los trabajadores manuales empiezan a sustituir a robots en la cadena de montaje en muchas tareas que ellos no pueden asumir. «Los robots no pueden hacer frente al grado de individualización y las muchas variantes que tenemos hoy en día», explica a Bloomberg Markus Schaefer, jefe de producción de la principal marca de Daimler. «Estamos ahorrando dinero y garantizando nuestro futuro empleando a más personas«.
Esta búsqueda de una mayor flexibilidad y capacidad de reacción a las órdenes del mercado se observa en la factoría Mercedes-Benz en Sindelfingen (Alemania), la mayor del fabricante en la que se fabrican más de 400.000 vehículos al año y procesan cada día 1.500 toneladas de acero.
Sin embargo, Mercedes-Benz, con una gama cada vez más amplia, que a su vez cuentan con muchas más características y elementos que el cliente decide, han ido empujando a los robots fuera de la producción en serie. «La variedad es demasiado grande para que sirvan las máquinas», afirma Schaefer, «no pueden trabajar con las diferentes opciones y mantener el ritmo de cambios».
Al mismo tiempo que esto ocurre las marca también buscan reducir el tiempo que cuesta producir un coche. El objetivo, al menos en Daimler es conseguir hacerlo en 30 horas, la mitad de las 61 que hacían falta en 2005. Algo complicado en un mercado que demanda exclusividad y personalización y que solamente se conseguirá si los robots pueden trabajar codo con codo con humanos.
En aras de conseguir eso, Mercedes ya puede cambiar una línea de producción en un fin de semana, frente a las semanas que hacían falta en el pasado para volver a programar los robots y cambiar patrones de montaje, obligando a largos períodos de inactividad. Eso, al menos en la actualidad, solamente puede lograrse si la producción pivota en torno a un equipo de trabajadores expertos. A veces la solución para conseguir objetivos no reside solamente en la tecnología.
Vía: Automotive News