Fue en noviembre de 1966 cuando Maserati presentó el Ghibli (AM115), justo sobre el stand de Ghia en el Salón del Automóvil de Turín. El por entonces nuevo coupé de dos plazas salido de la mano de Giorgetto Giugiaro encarnaba una nueva interpretación del concepto gran turismo. Y, como ya nos tiene acostumbrados la firma italiana, el nombre evocaba a un viento. En este caso, Ghibli es el nombre árabe para el viento cálido y seco del sudoeste del desierto de Libia.
La decisión de tomar ese apellido no fue casual, ya que se tuvo en cuenta tanto la velocidad del coche como la “calidez” de sus especificaciones técnicas, además de su estilo. En la presentación del Ghibli, Maserati propuso un modelo con una apariencia deportiva, pero sin ser ostentoso. El motor era de nuevo diseño, el cual se basaba en la experiencia de la reputada unidad de ocho cilindros usados en el modelo México. A partir de 4,7 litros de cilindrada, era capaz de desarrollar 330 CV y 441 Nm. Anunciaba un 0 a 100 km/h en 6,3 segundos y 280 km/h de velocidad punta.
Con unas dimensiones de 4.590 milímetros de longitud y 1.807 mm de ancho, el Ghibli ocupaba una cantidad desmesurada de espacio para un mero biplaza en relación a los estándares de la época, pero quizás el aspecto más sorprendente de su apariencia era la altura, o más bien la falta de ella (1.160 mm). Con la intención de dar mayor protagonismo al diseño a través de una reducida altura del capó, el motor se equipó con un cárter seco –algo exclusivo del mundo de la competición– y se montó sobre un chasis de acero tubular en una posición muy baja para un V8.
El diseño se puso en manos de Ghia, que más adelante contaría con Giorgetto Giugiaro en su equipo de diseño creativo. El detalle de diseño más significativo, que marcó el cambio decisivo respecto a los predecesores del Ghibli, fue la integración de los volúmenes: no había distinción entre la carrocería del automóvil y el habitáculo; no estaban separados ni superpuestos, sino que estaban unidos como en una sola superficie. Aunque las líneas eran geométricas y tensas, la mano de Giugiaro se aseguró de que la sensación de rigidez se pudiera suavizar.
Después de su presentación en Turín, el Ghibli aterrizó en el mercado en 1967. Al año siguiente, se rediseñó su interior y se ofreció la opción, bajo estricto pedido, de montar una transmisión automática de tres relaciones, de serie era manual de cinco. A partir de 1969, también estuvo disponible la versión Spyder, que podría equiparse con un techo rígido retráctil. Un año después, ambos modelos también se ofrecieron con un motor de 4.900 cm3, tomando el nombre de Ghibli SS. Con esta configuración de 335 CV y 462 Nm, el deportivo italiano fortaleció más su posición.
En total, entre 1967 y 1972, fueron producidas 128 unidades del Maserati Ghibli Spyder y más de 1.200 del Ghibli coupé (AM115). Uno fue comprado por Henry Ford (nieto del fundador), quien lo colocaría en el vestíbulo del Centro de Desarrollo de Productos de Ford, en Detroit, como un ejemplo a seguir. El Ghibli siempre ha sido considerado un coche icónico, razón por la que, de 1992 a 1998, Maserati revivió en nombre para una nueva generación (AM336) y, en 2013, para su berlina “compacta” deportiva (M157), comenzando así una nueva historia de éxito.
Fuente: Maserati
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