Aunque en ocasiones nos referimos a algunos coches como mito o icono, en el caso del Porsche 959 estos calificativos no son ningún eufemismo ni exageración. Se trata del coche que cambió de raiz a todos los superdeportivos que llegaron tras él. Fue el vehículo que alcanzó los niveles de la NASA en tecnología y materiales… y el coche de serie que alcanzó 315 km/h por primera vez en la historia.
Cada vez que un fabricante de automóviles produce un modelo que es capaz de acercarse a la legendaria marca de 200 mph (320 km/h) la gente tiende a girar el cuello, incluso cuando no son amantes de los coches. Muchos deportivos a la venta hoy en día no pueden romper esa barrera aparentemente mítica, mostrando lo difícil del desafío para ingenieros y diseñadores. Así que imagina qué supondría en 1985. Entonces ese número era casi impensable… Y fue justo cuando se presentó el Porsche 959 en el Salón de Frankfurt. No sólo podría alcanzar 315 km/h de velocidad máxima (197 mph) sino que contaba con una serie de características que nunca habían sido vistas antes en un coche de producción.
La idea detrás del Porsche 959 había empezado mucho antes, en 1981, poco después de que el nuevo Director General de Porsche, Peter Schutz, había llegado a su nuevo cargo. El Ingeniero jefe de Porsche, Helmuth Bott, se acercó Schutz con sus ideas para un nuevo súper 911. Querían un coche lo suficientemente avanzado como para seguir compitiendo con Ferrari, Lamborghini, Aston Martin, Jaguar y demás rivales en la década de 1980… y más allá.
Ambos hombres trabajaron meses en el proyecto y se dieron cuenta de que un programa de carreras era la mejor manera de desarrollar rápidamente y afinar las nuevas tecnologías que tenían entre manos. De ahí que catalogasen a su concept car como del Grupo B. Ese programa de competición, que exigía coches de calle en el que se basasen los modelos de competición era la excusa perfecta. Justificaba la necesidad de fabricar un deportivo de calle hiperbólico como el Porsche 959.
A pesar de que muchos creen lo contrario, Porsche no desarrolló el 959 partiendo de cero. El motor y la transmisión fueron extraídos de otros programas ya existentes que ayudaron a reducir los costes de desarrollo. Pero la gran cantidad de innovaciones tecnológicas en un coche de carretera producidos en fábrica, acabaron creando un coche con un precio desorbitado.
Cada unidad costaba 300.000 dólares, una suma elevadísima… O no, ya que producir cada Porsche 959 costaba casi el doble (perdía 250.000 dólares con cada unidad). Por eso, se podría establecer un paralelismo del 959 con el actual Bugatti Veyron. Como con el Veyron, se perdió dinero en cada una de las 337 unidades del Porsche 959 (268 de calle) que se fabricaron. De ahí su apodo de «el regalo de Porsche a sus clientes favoritos».
Gran parte del presupuesto se había invertido en el desarrollo de materiales avanzados. Se utilizó kevlar en techo, aletas y la zaga, poliuretano en los faldones de poliuretano y aluminio en capó y puertas. Además contaba con una suspensión ajustable con sistema hidráulico trasero, un sistema de tracción activa a las cuatro ruedas, los primeros sensores de presión de neumáticos de la historia (montaba 235/45 delante y 255/40 detrás) y hasta llantas de magnesio con radios huecos… Tecnologías avanzadas que estaban décadas por delante de su tiempo y que lograban aligerar el coche hasta los 1.450 kg.
El motor, montado detrás, era un bóxer de seis cilindros refrigerados por aire y cabezas refrigeradas por agua, que fue equipado con turbos secuenciales individuales que eliminaban en gran parte el turbo-lag. El motor había sido afinado durante años antes de que estuviera listo para montarse en un coche y en el momento que se instaló en el 959 rendía 450 CV, una cifra altísima para cualquier coche de en la época, y más para un coche refirgerado por aire con un cubicaje exiguo: 2.849 cc.
En 1986, el Porsche 959 se lanzó al mercado y estuvo a la venta tres años, hasta 1989. A pesar de todo el dinero que pudo perder la marca en esta aventura, no fue dinero tirado por la ventana. De hecho, el actual 911 Turbo es un descendiente directo de aquel programa de desarrollo y en realidad tiene más en común con el 959 que lo hace con el original 911.
Si hoy nos hemos acordado del Porsche 959 es porque una unidad, la que ves en la imagen, será subastada mañana en la subasta de Scottsdale, Arizona. Justo cuando el nuevo Porsche 911 Targa se presenta en Detroit, la marca de Sttutgart vuelve a hacer que dirijamos nuestra mirada al otro lado del Atlántico.
Aunque el coche reside en Estados Unidos, como ves, luce matrícula española. Echando un vistazo a su Certificado de Autenticidad Porsche vemos que este modelo 959 Komfort de 1988 de color plata, con un interior en cuero burdeos interior y asientos en tres tonos de gris, fue entregado inicialmente a España. Su primer propietario fue un famoso industrial, que lo mantuvo en su poder hasta 2006, cuando fue comprado por su segundo dueño, el Sr. Robert Slutz, que también residía en España.
En el interior podemos ver cómo el interruptor de encendido todavía reside en la izquierda (como en los viejos 911 refrigerados por aire) y los indicadores se distribuyen en el tablero, como en los antiguos 911, con el tacómetro situado en el centro. El tipo de cuero era único para el 959, y los asientos eran ajustable electrónicamente, como cabe esperar de un coche así.
En 2011, el Slutz se trasladó a los Estados Unidos, y este 959 fue importado en su nombre por los diseños de Autosport Inc. de Huntington Station, Nueva York. Y es que tener un 959 guardado en el garaje era complicado, hasta el punto de que tuvo que crearse una ley a medida para él, la Show and Display de 1999. El coche no cumplía las normas federales de emisiones, pero los ricos más caprichosos e influyentes (entre los que se encontraban los fundadores de Microsoft, Bill Gates y Paul Allen), presionaron para poder conducir en su país el 959, una cápsula de innovaciones sin parangón.
Llevado a Estados Unidos gracias virtud de esa misma ley que se creó para permitir su importación, este 959 recibió una completa actualización de su motor nada más llegar a Autosport (que costó 40.000 dólares). En su odómetro cuenta con apenas 22.000 kilómetros y conserva todos sus libros originales, herramientas, botiquín de primeros auxilios, compresor de aire y llaves adicionales, así como su Certificado de Autenticidad Porsche.
Quien quiera hacerse con este Porche 959, el coche que estaba a años luz por delante de sus coetáneos en términos de tecnología, ingeniería y el rendimiento tendrá que pasar por caja. La casa de subastas de RM Auction, encargada de su venta, estima que alcanzará entre 750.000 y 850.000 dólares, pero no nos extrañaría ver cómo supera el millón de dólares. Puede parecer una cifra altísima, pero hablamos de uno de los más innovadores y legendarios deportivos de la historia de Porsche, apto para circular a altas velocidades y para usar a diario… una joya que, como hemos cisto, está en un espectacular estado original.
Fuente: RM Auctions
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