Cuando ves que una marca te ofrece un motor en diferentes modelos, una y otra vez, es una señal inequívoca de que es una mecánica interesante. Es el caso del 220 d de Mercedes. Un bloque diésel de cuatro cilindros que es una auténtica delicia por el equilibrio que ofrece entre prestaciones, consumos y refinamiento. El último coche en el que lo probamos fue el Mercedes Clase C All Terrain.
Esta es la versión con un enfoque todocamino del Mercedes Clase C Estate, la carrocería familiar. Y después de probarlo a fondo, no entendemos cómo la marca de Stuttgart no se adentró antes en estos crossover familiares. Unos vehículos por los que Volvo o Audi han apostad desde hace décadas, a diferencia de Mercedes. Pero la falta de tradición no indica que no sepan hacerlos. Han conseguido unas reacciones en carretera casi calcadas al familiar «asfáltico». Con buen confort y la seguridad (y versatilidad) que aporta la tracción total, aderezada con modos de conducción exclusivos para ir por caminos más tranquilamente:
Es algo más caro que un Clase C Estate que equipe el mismo motor, pero, como decimos en la prueba, el sobrecoste es menor que el del paquete AMG que monta la mayor parte de los compradores de un Clase C. Si yo tuviese que poner en una balanza tracción total o imagen deportiva, lo tendría claro. Sobre todo, porque los consumos no se disparan por esa mayor altura libre al suelo o la tracción total. Te lo decíamos al principio: es un vehículo con el que hay que parar muy pocas veces a repostar: los consumos son excelentes.
Gracias a la microhibridación cuenta con la etiqueta ECO y es de los que mejores prestaciones ofrece entre su competencia. Eso sí, echamos de menos algo más de variedad mecánica en este modelo, ya que solamente puedes elegirlo con este bloque diésel. Y claro, los opcionales podrían ser también algo más baratos… pero estamos hablando de un Mercedes y en esto lo percibes enseguida.
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