Habitualmente cuando se compra un coche es una decisión muy meditada, de esas que se hacen con la cabeza. Es normal, al final está considerada como la segunda mayor compra que se puede hacer en la vida, después de la de una casa, y muchos lo utilizan como herramienta de trabajo para sus desplazamientos. Aunque a veces se olvide, solían existir vehículos hechos para el disfrute de la conducción, aquellos que no tienen tanta lógica, pero que todo el mundo debería tener en su garaje. Hemos probado dos Toyota GR para llegar a esa conclusión de que todavía queda esperanza.
Hicimos una comparativa entre los GR 86 y GR Yaris, analizando a fondo sus puntos fuertes y también los flacos. Hoy no vamos a valorar el resultado, para eso está el vídeo, pero sí que queremos destacar las cosas comunes en ambos que pueden contribuir a aumentar la felicidad del que los conduce. En primer lugar que son deportivos. Cada uno a su manera, tienen el rendimiento en el punto de vista. No son los coches más rápidos, pero aún así su capacidad de transmitir es notablemente superior al de la mayoría de ejemplares que pueblan nuestras carreteras.
Van dirigidos a públicos diferentes, pues cada uno tiene su esencia. La del Toyota GR 86 es la de un coupé como los de antaño, con una configuración de motor delantero-propulsión, que viene magnificada gracias a la conjunción del bloque bóxer atmosférico de 2.4 litros (con 234 CV) y a un sobresaliente cambio manual. Sería para los que busquen divertirse en cada curva, sin pensar en los tiempos, simplemente buscar la pureza de la conducción y sentir cada cosa que suceda bajo sus neumáticos.
Por su parte, el Toyota GR Yaris es un heredero del mundial de rallyes. Con una plataforma específica y muy modificada, aboga por la tracción total 4×4 GR Four para conseguir la máxima efectividad sobre el asfalto. Es un utilitario con muy poco espacio en sus plazas traseras y maletero, se han preocupado más en poner a punto el motor de tres cilindros y 1.6 litros para que llegue a los 261 CV de potencia. De hecho, sus prestaciones sorprende, igual que los tiempos en circuito que hará quien se atreva a pilotarlo de verdad.
La conclusión es que, cada uno a su manera, son capaces de recordarnos lo que era conducir de verdad. Todo el mundo tendría que poder conducirlos a diario para que sus trayectos no fueran simplemente ir del punto A al punto B, sino que fueran una aventura de las que merece la pena recordar. Lo malo es que muy poca gente se puede permitir el privilegio de tener un modelo deportivo como los Toyota GR. Normalmente sería el segundo vehículo de la unidad familiar por su poca practicidad y, además, su precio no es barato. Con los dos rondando los 40.000 euros, envidiaremos a todos los que puedan tenerlo en su
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