Hace tiempo hablamos de la subasta, ahora sabemos qué ocurrió con él. O al menos conocemos varias versiones que podrían dar sentido a por qué alguien tiraría su coche al fondo de un lago. En julio de 2009 un equipo de buzos rescató de las profundidades del lago Maggiore, situado en Ascona (Suiza), los restos oxidados de un Bugatti Type 22 Brescia de 1925.
La casa Bonhams lo subastó y fue el Museo Mullin de Oxnard, California, el que pagó la friolera de 260.000 euros por exponerlo en sus salas tal y como fue sacado del lago. Un museo era el único comprador lógico, pues tras 75 años bajo el agua, apenas el 20% de las piezas y componentes del coche se podrían reutilizar en una hipotética restauración del mismo.
Para los habitantes de los alrededores del lago Maggiore la historia pertenece a la cultura popular. Este Bugatti se dice que perteneció al piloto de la época dorada del Grand Prix, René Dreyfus, quien perdió el coche en una partida de póker ante el suizo Adalbert Bodé en París en 1934.
Cuando Bodé volvió a casa con su nuevo vehículo pero sin dinero en efectivo, no pudo pagar el importe que suponían los derechos de aduana que se le reclamaron en la frontera suiza. Entonces se fue, abandonando el Bugatti -el cual en aquella época no tenía un valor significativo- y dejándolo en manos de los oficiales para que hicieran lo que consideraran oportuno. Lo mejor que se les ocurrió fue tirarlo al fondo del Maggiore, a más de 52 metros de profundidad.
Existen varias versiones acerca de la procedencia de este tesoro rescatado. La primera que hemos relatado es la que da el museo Mullin. La que nos ofrece la casa que lo subastó, Bonhams, no habla de la citada partida de póker, y la que tienen los habitantes de Ascona, a orillas del lago, es otra distinta. La teoría que más fuerza tiene es que fue la muerte de un local la que impulsó que se rescatara el coche de las profundidades para contribuir a su fundación. Hicieron falta más de 30 voluntarios y nueve meses para rescatarlo. Pero, ¿cómo llegó el Bugatti ahí?
Las investigaciones han revelado que el coche se entregó originalmente en abril de 1925 en Nancy a nombre de George Paiva, y después el coche fue matriculado en París por un tal Georges Nielly en 1930. Puede que siga guardando el secreto algunos años más, hasta que algún visitante del museo, quizá, sea capaz de resolver el misterio de este hallazgo.
En este vídeo podemos ver el momento en el que el Bugatti emergía de las aguas ante una gran expectación:
Y desde el Museo Mullin nos explican lo que ha supuesto tener este trozo de historia en su colección:
Fuente: Bonhams