La Toyota Hilux es una de las camionetas más vendidas del mundo, especialmente motivada por su robusta fiabilidad y desempeño, tanto dentro como fuera del asfalto. Son compradas por todo tipo de personas para infinidad de tareas y de propósitos, incluidos los cuerpos militares y paramilitares estatales y no estatales para lograr objetivos políticos. Literalmente se puede decir que es un vehículo multipropósito que tiene adeptos allá por donde pase.
Sin embargo, difícilmente se pueden mirar noticias sobre conflictos globales sin ver lo que se está convirtiendo en un espectáculo cada vez más familiar: hombres armados hasta las cejas y una Toyota Hilux rodando por un campo de batalla en el desierto o la montaña. Sí, es posible que también veas otros modelos del país del sol naciente, como algunas Mitsubishi L200 o Nissan Navara, o incluso alguna que otra Ford F-150 o RAM 1500 estadounidense, pero ninguna de ellas goza de la popularidad de la Hilux fuera de sus fronteras.
La firma japonesa comenzó la producción de pick-ups en 1968, reelaborando las camionetas fabricadas por Hino Motors, entonces propiedad de Toyota. Desde entonces, la Toyota Hilux ha pasado por ocho generaciones, cada una mejorando sus cualidades y, de paso, viendo un mayor uso en aplicaciones cada vez más rigurosas. De hecho, Toyota se ha encontrado en un aprieto en varias ocasiones, con funcionarios estatales cuestionando cómo sus productos siguen terminando en manos de grupos terroristas en África y el Medio Oriente.
Todo comenzó en 1986, en las últimas etapas del conflicto libio-chadiano que se conocería como “La Gran Guerra Toyota” (sí, en serio). Francia, en apoyo de las fuerzas de Chad, envió un lote de 400 camionetas Toyota a su ejército, probablemente porque eran más baratas que los Humvees. En enero de 1987, las fuerzas de Chad se desplegaron para recuperar la ciudad del ejército libio en sus Hilux. Hicieron un trabajo rápido en la batalla, eliminando cerca de, aproximadamente, la mitad de la fuerza libia: 1.600 hombres en Fada.
Luego, superaron con éxito a la Fuerza Aérea Libia con sus Toyota, y las pérdidas chadianas fueron mínimas: 18 soldados y tres de sus pick-ups. El ejército chadiano estaba trabajando con inventos novedosos que se conocerían como “vehículos técnicos”. En pocas palabras, se cogían las Toyota Hilux y se montaban ametralladoras o lanzamisiles en la caja. El diseño es simple. Coges lo que en condiciones normales sería un arma estacionaria para el campo de batalla y la atornillas a la caja de una camioneta. Es algo que cualquiera puede hacer.
El proceso apenas necesitaba de 10 minutos, y el resultado es que tienes un arma móvil que está casi tan bien equipado como un tanque, salvo por la ausencia de blindaje. Para aquellos interesados en el mundo armamentístico, estas Toyota Hilux suelen estar equipadas con la ametralladora antiaérea rusa DShK o los sistemas de misiles antitanque filoguiado MILAN. Bien, en las próximas décadas se desataría una historia de amor entre actores no estatales con problemas de liquidez y estos vehículos técnicos que demostraban su valía.
Por ejemplo, los muyahidines los usaron frecuentemente para combatir la invasión soviética de Afganistán y, a su vez, los talibanes hicieron lo propio al emplearlas como armas contra las fuerzas estadounidenses cuando el país fue invadido por los yankees. Pero quizás su uso más reconocido es por parte de los militantes de ISIS en los más recientes conflictos en Irak y Siria, con muchas Hilux luciendo ametralladoras detrás y haciendo apariciones regulares en vídeos de propaganda de Daesh, además de viviendo un uso intensivo en combate.
Los camiones también sufrieron un amplio uso en el otro lado de ese conflicto, con Estados Unidos enviando un centenar de Hilux a las conocidas como YPG(Unidades de Protección del Pueblo), la fuerza kurda que realizó la mayor parte de la lucha contra el Estado Islámico en Siria. Se crearon unidades de caballería en las que las fuerzas de las YPG conducían sus vehículos y hostigaban a los combatientes enemigos de ISIS. La Hilux es la versión de guerra moderna del iPhone: está en todas partes, y si no tienes uno, la gente te mirará mal.
Entonces, ¿qué ha hecho Toyota para contrarrestar esa imagen de la Hilux asociada a los combatientes rebeldes, terroristas y grupos paramilitares armados? En resumen, muy poco, incluso frente a los funcionarios estadounidenses que han cuestionado cómo estos grupos se apoderan de tantas camionetas Toyota. Un portavoz de la marca hasta llegó a decirle al The New York Timesen el 2001: “No son ventas de productos de la que nos enorgullecemos, pero demuestra que los talibanes buscan las mismas cualidades que cualquier comprador de camionetas: durabilidad y fiabilidad”.
Y ciertamente, estos lo han encontrado en la Hilux. A medida que vemos que la situación en Afganistán se desmorona nuevamente, vemos más y más Toyota armadas hasta los dientes. Y es probable que sigamos viendo la Hilux en combate, dando forma al futuro del conflicto en el Medio Oriente y más allá, al menos hasta que aparezca un vehículo más barato, más resistente, más fiable o más indestructible, algo que no ha sucedido desde 1968. Todo gira entorno a un gran negocio, y en tiempos bélicos, tener una Hilux es un gran negocio.