El nacimiento de tan emblemático modelo se produjo hace 70 años (en 1947) cuando Ben Pon, importador holandés de Volkswagen, visitó la planta de Wolfsburg, donde se producía el Beetle, y descubrió un curioso vehículo basado en este modelo: el Plattenwagen, que los operarios de la factoría utilizaban para transportar pesadas planchas de metal.
Tomándolo como inspiración realizó un boceto en su libreta, que serviría como base de una propuesta que haría llegar a Heinrich Nordhoff, director de planta de Volkswagen, para el desarrollo de un nuevo modelo, que recurriese a los mismos preceptos del conocido Beetle: robustez, sencillez y bajos costes de mantenimiento.
No fue hasta 1949 cuando se presentaron los primeros prototipos que, en vez de emplear el chasis tubular del Beetle (que no contaba con la suficiente rigidez estructural para lo que se demandaba), montaban un bastidor de tipo escalera sobre el que se colocaba la carrocería de una sola pieza.
Para impulsarse sí que recurrían al propulsor del Escarabajo, un 4 cilindros bóxer, refrigerado por aire, con una cilindrada de 1.131 centímetros cúbicos, capaz de desarrollar 24,5 CV a 3.300 rpm, lo que le permitía alcanzar a duras penas una velocidad máxima de 80 km/h.
El motor y el tanque de combustible se situaban en una zona protegida en la parte posterior junto a la rueda de repuesto de fácil acceso, mientras que la cabina en la parte delantera contaba con un diseño sencillo y amplias zonas acristaladas para facilitar la visión.
Esta configuración permitía que el espacio de carga se emplazara entre los dos ejes, con una superficie plana, y una distribución de peso que le otorgaba una gran estabilidad a lo que había que añadir una suspensión independiente, mediante barras de torsión, que contribuía a su buen comportamiento en carretera.
Llamaba la atención el sorprendente espacio interior, al que se accedía mediante dos puertas de hoja de amplia apertura que se disponían en el lateral, y su gran capacidad de carga útil de hasta 750 kilogramos, además de su versatilidad, con diferentes configuraciones en función del uso a que fuera destinada, pudiendo utilizarse como vehículo de reparto para cualquier negocio, transporte de mercancías, mini-bus, ambulancia, unidad móvil, y un larguísimo etcétera de variantes.
Había nacido el Volkswagen Type 2 (pues la denominación Type 1 correspondía al Beetle…), que se comercializaría con el nombre de Volkswagen Transporter T1, aunque sería mucho más conocida en el lenguaje popular con el apodo de “Bully” (un nombre que no se podía registrar porque pertenecía a la empresa de tractores Lanz), por su aspecto robusto y atlético (“Bullyg” en alemán) y porque era una mezcla entre microbús y furgoneta (“Bu” de Bus y “Li” de Lieferwagen, camioneta en alemán).
La producción de este modelo no comenzaría hasta el año siguiente (1950), en la factoría de Wolfsburg, y la demanda fue enorme, entre otras cosas gracias a un precio muy ajustado. Tan espectacular fue el éxito de ventas que ese año se produjeron 8.059 unidades, en 1952 se llegó a las 21.665 unidades y en 1954 se superaron las 40.000 unidades.
La fábrica de Wolfsburg no era capaz de asumir toda la producción (junto a la de los modelos allí fabricados) y en 1956 ésta se traslada a una nueva factoría en Hanover. Sólo unos pocos años más tarde, en 1962, salía de la cadena de montaje la Transporter número “1 millón”…
Lo que comenzara siendo un simple vehículo de trabajo, evolucionó hacia usos más insólitos, y sería precisamente durante la década de los ´60 y ´70 del pasado siglo cuando alcanzaría su mayor popularidad como medio de transporte de la generación flower-power y de una práctica deportiva tan ligada a esta vida nómada, buscando siempre la mejor ola, como era el surf, convirtiéndose en verdadero icono de los incondicionales de este deporte.
Y es que ¿quién no ha visto en algún lugar del mundo, en la playa más recóndita un Volkswagen Bully (de cualquier generación) con unas cuantas tablas de surf en el techo?
Al igual que ocurriera con el escarabajo, la Volkswagen Bully rápidamente se ganó las simpatías de sus propietarios y del público en general. En muchos casos sus acérrimos seguidores han seguido adquiriendo este modelo, en sus diferentes variantes, durante sucesivas generaciones.
La segunda generación de Transporter se lanzó en 1967, aumentando en tamaño y peso, pero las principales diferencias sobre su predecesora radicaban en la incorporación de un parabrisas de una sola pieza (en vez del dividido en dos partes), además de aumentarse el tamaño de las ventanas laterales para lograr una mejor visibilidad y luminosidad interior.
Se incorporó un motor más potente, además de mejorar las suspensiones y frenos. Este modelo estuvo en producción hasta diciembre de 2013 en la fábrica que el Grupo Volkswagen tiene en São Bernardo do Campo (cerca de São Paulo, Brasil).
En 1979 apareció la tercera generación, perdiendo por el camino las formas curvas en favor de otras más planas y angulosas. Se hace especial hincapié en incrementar las medidas de seguridad (con exhaustivas pruebas de choque durante su desarrollo), se desarrollan nuevas suspensiones, aparecen las motorizaciones diésel o la caja de cambios de 5 velocidades y también, por vez primera, una versión Syncro con tracción a las cuatro ruedas.
El lanzamiento en 1990 de la cuarta generación de la Volkswagen Transporter viene marcado por un radical cambio de concepto y es que el motor se traslada a la parte frontal, fuera del habitáculo, y lo mismo ocurre con la tracción que pasa a ser delantera. Se acompaña de suspensiones independientes, se amplía la gama de motorizaciones y aumenta sus prestaciones, confort de marcha y versatilidad.
La quinta generación comienza a comercializarse a partir del año 2003 con hasta tres alturas de techo diferentes, combinando la funcionalidad de un vehículo de transporte de pasajeros con el confort y acabados de un turismo. Se maximiza la capacidad de carga, se incorporan motores más potentes, se mejoran los trenes de rodaje, el equipamiento y el confort interior.
Por último, la sexta generación llega al mercado a partir del año 2015, como fruto de una significativa remodelación de la generación anterior, con importantes modificaciones estéticas pero, sobre todo un significativo salto tecnológico con nuevos y avanzados sistemas de seguridad, asistencia y de infoentretenimiento, además de propulsores más potentes pero también más eficientes.
Si queréis conocer más a fondo esta última entrega de la icónica «Bully» en unos días os traeremos la prueba a fondo de, quizás, el modelo más representetivo de la saga: la Volkswagen T6 California. No os lo perdáis.
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