Lo anunciaron hace un año y el martes 26 de marzo de 2024 llegó el momento. Volvo deja de fabricar coches diésel. La última unidad fue un Volvo XC90 que salió de la línea de producción de Torslanda (Suecia) y que no se va a vender, ya que se fue directo al museo World of Volvo en Gotemburgo donde estará expuesto.
Desde 1991, año en que comenzaron los registros de la producción de coches en la marca, se han fabricado más de 9 millones de Volvo con motor diésel. La relación del fabricante con los motores movidos por este combustible comenzó mucho antes, hace 45 años. Se trató del 244 GL D6, propulsado por un motor de seis cilindros de Volkswagen. No fue hasta 2001 que fabricó su primer propulsor propio, un cinco cilindros que se fabricó en la planta de sistemas de propulsión del fabricante de automóviles en Skovde, Suecia.
En 2008 lanzó su línea Drive-E, un diésel de 1.6 litros resultante de una colaboración con PSA. Anunciaban que podía recorrer 1.300 km con el tanque lleno (nada de ansiedad por la autonomía) y tenían niveles de emisiones tan bajos que en Suecia se clasificaba como un «motor ecológico».
Entre 2012 y 2016 representaba la mitad de sus ventas globales. Fue entonces cuando se lanzaba la familia VEA (Volvo Engine Architecture), que debutó en 2013, con ejemplos como el bloque diésel de cuatro cilindros en línea turboalimentado de 2.0 litros que monta el último Volvo XC90 diésel fabricado y que fue el segundo diésel creado y producido internamente por Volvo en sus 97 años de historia.
Ahora, la planta de Skovde pasa a fabricar motores eléctricos (el último vehículo movido por gasóleo para un cliente fue un Volvo V60 fabricado en gante el pasado marzo). Y es que en 2030 Volvo aspira a ser una marca exclusivamente eléctrica. Otras marcas han anunciado que retrasan sus objetivos de electrificación, pero Volvo parece que no dará marcha atrás. Al menos quedarán los híbridos enchufables como este:
Fuente: Volvo