Muy lejano queda ya aquel año 1984 en el que se dio a conocer la primera versión del BMW M5. Ahora, 27 años después (como pasa el tiempo…) la firma bávara nos presenta la quinta generación de este emblemático deportivo.
Como viene siendo habitual últimamente, antes de la comunicación oficial por parte de la marca, se han presentado numerosos teasers en los que hemos visto al M5, ligeramente camuflado, en los test de validación, previos a su lanzamiento. También pudimos ver un modelo casi definitivo en la pasada edición del Salón del Automóvil de Shanghai. Todo ello para crear la expectación necesaria previa al momento que ahora vivimos (algo parecido ocurrirá con el MINI Coupé, que curiosamente también pertenece al mismo grupo que el modelo del que hoy hablamos…)
Pero vayamos a lo que nos importa. Y uno de los aspectos que más destaca en esta deportiva berlina de cuatro puertas, aparte de lo evidente, como son los aditamentos aerodinámicos o sus voluptuosas formas, es el abandono del motor atmosférico V10 de la anterior generación, decantándose la marca, en esta ocasión, por el empleo de un novedoso propulsor V8 de 4.400cc dotado de doble turbo, capaz de entregar una potencia de 560 CV entre 6.000 y 7.000 rpm, y un par máximo de 680 Nm. Las emisiones de CO2 son de 232 g/km.
Con semejante potencial, no es de extrañar las fantásticas prestaciones que es capaz de ofrecernos. Acelera de 0 a 100 km/h en 4,4 segundos y de 0 a 200 km/h en 13,0 segundos. La velocidad máxima está autolimitada a 250 km/h (pero puede alcanzar los 305 km/h si se opta por el M Driver’s Package). El consumo medio ponderado es de tan solo 9,9 l/100 km. Un hecho especialmente destacable por lo reducido. En BMW están especialmente orgullosos de este propulsor, pues a pesar de entregar una potencia un 10% superior a la del modelo que le precede, y un par motor un 30% superior, el consumo resulta un 30% inferior (apoyado por el uso de las tecnologías EfficientDynamics, entre las que se incluyen el sistema Start&Stop y la recuperación de la energía de frenado).
Pero, como muchos de vosotros sabéis, un BMW deportivo no se caracteriza sólo por un motor poderoso. De hecho si por algo destaca la marca bávara es por unos chasis excelentemente puestos a punto y por un talante deportivo muy marcado (¿cómo dice el slogan tan conocido de la marca…?). Para lograrlo no han reparado en gastos ni en la tecnología puntera a emplear: la potencia pasa a las ruedas traseras a través de una transmisión de doble embrague con siete velocidades, acompañado por un chasis específico M, una dirección Servotronic M, control dinámico de la suspensión DDC, sistema de estabilidad DSC con modo Dynamic M, o un novedoso diferencial activo en el eje posterior (para optimizar la capacidad de tracción y la estabilidad de este deportivo ante los cambios bruscos de dirección)… La lista prácticamente no tiene fin, pudiéndose, incluso, establecer dos configuraciones distintas del vehículo (set-up) mediante un mando situado en el volante, con lo que se modifican la respuesta del acelerador, de la dirección, del cambio, del control de estabilidad o de la suspensión. ¿Habrá que realizar un pequeño Master para poder conducirlo?
El interior, por su parte, nos ofrece una acertada combinación entre deportividad y lujo, con un tablero de instrumentos específico dotado de tecnología black-panel, una novedosa consola central forrada de piel, o unos asientos deportivos específicos para esta versión del M5.
Por último están los dispositivos encaminados a mejorar la seguridad activa de este modelo, que como no podía ser menos, estará a la altura del resto del conjunto. Haciendo un rápido repaso encontraremos luces de xenón adaptativas, sistema de visión nocturna con reconocimiento de peatones, asistente para el cambio involuntario de carril, visión panorámica, o un completo sistema de Infotainment, con conexiones para dispositivos móviles y multimedia, información del tráfico, Internet, etc, etc, etc. Vamos, para no aburrirse.
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