En muchas ocasiones hemos hablado de las cualidades que hacen a un coche deportivo. Lo cierto es que no hay una fórmula mágica para conseguirlo y hay usuarios que dan más importancia a unas virtudes que a otras, es un tema bastante subjetivo. Sin embargo, casi todos coinciden en que las sensaciones tienen que estar por encima del resto y que debe ser un vehículo que se compre con el corazón más que con la cabeza. Siguiendo eso, el Ford Mustang estaría dentro de la definición.
Recientemente pudimos probar el Ford Mustang GT en su carrocería Fastback de techo rígido y se confirmaron todas nuestras sospechas. Es probablemente de los modelos más puristas que podemos encontrar en el mercado actual, probablemente el último deportivo de estas características que se vaya a fabricar. Al fin y al cabo, no quedan coupés de grandes dimensiones con un V8 atmosférico en posición delantera y propulsión. Además de ofrecer la opción a montar cambio manual…
De hecho, lo más destacable del Mustang es el V8 «Coyote» de 5.0 litros, que desarrolla 450 CV y 529 Nm de par en esta versión. Gracias a él se consiguen unas prestaciones interesantes, aunque es más destacable la personalidad que se consigue. El sonido es simplemente sublime, el tacto del cambio manual es exquisito y que sea propulsión ya completa el conjunto. No es el más rápido, ni el más preciso, ni el más fácil ni conducir; pero siempre consigue sacar una sonrisa.
Como dijimos al principio, quien compra un Ford Mustang lo hace más con el corazón que con la cabeza. Es un coche que consume mucho, que dinámicamente tiene algunas taras, con carencias en cuanto a tecnología y una calidad bastante justa. Sin embargo, todo eso se olvida haciendo kilómetros con él y disfrutando de estar ante una especie en peligro de extinción. Además, con un precio de partida de 50.470 euros, hay muy pocos con su nivel de potencia o de sensaciones a la venta (por no decir ninguno). ¿El último deportivo purista antes de que la electrificación lo inunde todo? Probablemente…
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