Los frenos del coche son un componente de vital importancia para asegurar la seguridad. Son los encargados de poder detener el vehículo, algo importante si tenemos en cuenta las velocidades elevadas a las que puede llegar a circular. A pesar de ser una pieza clave, muchos usuarios no se preocupan demasiado de su mantenimiento y tampoco conocen su funcionamiento. Vamos a hablar del sistema de frenado y todo lo que hay a su alrededor.
Funcionamiento de los frenos
El funcionamiento puede ser diferente dependiendo del tipo de sistema que se emplee. En general, se puede decir que el objetivo es conseguir que el vehículo se detenga y, para eso, hay que conseguir limitar el movimiento de las ruedas, que son las que están en contacto con el suelo. Así que cada rueda tendrá un freno, solución que se lleva a cabo para que el equilibrio entre todas ellas sea el máximo posible.
Se suelen repartir dos a dos, separando el eje delantero del trasero. En las ruedas delanteras tiene que haber una mayor capacidad de frenado por las inercias. Así que es bastante habitual que veamos en el eje delantero frenos de mayor tamaño o con mayor capacidad, mientras que en el trasero se opta por unos menos capaces.
Diferentes tipos de frenos
Dicho esto, en el mundo del motor vemos principalmente dos tipos de frenos en los coches: los de tambor y los de disco.
Frenos de tambor
Los frenos de tambor se utilizan cada vez menos en la industria, pero fueron realmente importantes antaño, aunque también se están volviendo a instalar en algunos coches eléctricos. Consisten en un tambor cilíndrico que cubre un sistema formado por unas zapatas que son las que se accionan mediante un pistón y hacen fricción contra las paredes del tambor. De esa forma se consiguen detener las ruedas de forma bastante eficiente y, sobre todo, con un bajo coste. La clave de este sistema es lo barato que sale fabricarlo y su larga duración, aunque no tienen tanta capacidad como los frenos de disco. En
Frenos de disco
Los frenos de disco son la solución que vemos en la gran mayoría de los coches actualmente. Consisten en un disco que va en cada rueda y que es mordido por unas pastillas que están en el interior de una pinza. Es un principio similar al del tambor, aunque su potencia es mayor y aguantan mejor las altas temperaturas. Por otro lado, son más caros de producir, aunque en la industria actual se han conseguido abaratar los costes. Tanto las pastillas como los discos pueden ser de diferentes compuestos en función de las necesidades.
Compuestos de las pastillas de freno
Las pastillas de freno son muy importantes para el correcto funcionamiento del sistema. Son las encargadas de «morder» el disco y su composición es clave. En función del material del que estén hechas tendrán un comportamiento y unas capacidades diferentes.
- Orgánicas: son las que están hechas de materiales orgánicos como la fibra de vidrio, caucho, kevlar o carbono. Destacan por la suavidad de uso, aunque también se desgastan más rápido y generan más polvo de frenos. También aguantan peor las temperaturas extremas.
- Semimetálicas: tienen una concentración de entre un 30 y un 60 % de metal, principalmente lana de acero, polvo de hierro o cobre mezclado con otros compuestos orgánicos. Destacan por su rendimiento y durabilidad, aunque su funcionamiento en frío en algo peor.
- Metálicas: aquellas que están hechas 100 % utilizando compuestos metálicos. Son las que más duran y las que tienen mayor rendimiento, aunque también son más caras que las anteriores.
- Cerámicas: emplean fibras cerámicas, materiales no ferrosos, agentes de unión y pequeñas cantidades de metal en su composición. Son las que mejor aguantan las altas temperaturas, aunque su precio es el más elevado.
Tipos de discos de freno
Al igual que hemos visto pastillas de diferentes compuestos, los discos de freno pueden ser de diferente tipo. A la hora de frenar importará el tamaño, pero también la forma y el relieve como vamos a ver a continuación:
- Sólidos: son aquellos que están hechos de una sola pieza y que no tienen ningún tipo de relieve. Son más baratos de hacer, pero no son los más eficientes disipando el calor ni por rendimiento.
- Ventilados: en este caso, hay una canalización en el interior de los discos para que se genere una corriente de aire y sea mayor su refrigeración. La ventaja principal es precisamente esa, que aguantan mejor las altas temperaturas y el uso intensivo continuado.
- Perforados: los perforados son aquellos que tienen unas pequeñas aberturas en el disco. La pastilla muerde la superficie igual, pero los agujeros mejoran su capacidad para liberar los gases y reducir el peso total de la pieza.
- Rayados: tienen la misma utilidad que los perforados, pero en vez de aberturas reciben unas ranuras en la superficie del disco. Permiten que los gases escapen y también mejoran el agarre de la pastilla. Se pueden combinar rayas y perforaciones en el disco.
- Ondulados: estamos acostumbrados a ver discos totalmente circulares, aunque también se pueden ver algunos que son ondulados. La ventaja que tienen es que pesan menos por tener menos material y su forma hace que se disipe el calor de forma eficiente.
- Carbocerámicos: no son un tipo de frenos por su forma, sino por su composición. Mientras que la mayoría están hechos de acero y derivados, los que tienen compuestos carbocerámicos resisten mucho mejor las altas temperaturas y son más ligeros. También notablemente más caros, por lo que solo los montan coches de alta gama.
Averías comunes en los frenos
Las averías de los frenos son bastante comunes. Aunque deberíamos tenerlos siempre a punto por su importancia, la realidad es que el 13,5 % de los coches que pasaron la ITV presentaba fallos en los frenos. Por suerte, la mayoría de desperfectos en los frenos son fáciles de solucionar y con cierto control se podrá detectar a tiempo.
Hablamos de detalles como el bajo nivel del líquido de frenos, que se puede ver con un cambio del recorrido del pedal. Cualquier cambio en el tacto del pedal ya debería ser indicativo de que podría ocurrir algo con el sistema de frenado. Otro bastante habitual es el tener unas pastillas de freno en mal estado. Lo podríamos comprobar mediante un tacto más duro del pedal, una capacidad de frenado inferior o directamente con ruidos que se generan al frenar.