Desde su creación, hace más de un siglo, los coches han ido avanzando a todos los niveles. El ámbito de la seguridad es uno en los que más se ha trabajado, no tendría sentido hacer vehículos más rápidos si no se pudiera garantizar que protegerían lo suficiente al usuario. Precisamente ahora se cumple el 25 aniversario del ESP, uno de los sistemas que revolucionó la seguridad en el automóvil y que tiene una historia bastante curiosa.
Conocido popularmente como control de estabilidad, este sistema responde a las siglas «Electronic Stability Program». Mejora la seguridad activa de los coches que lo monta al ser capaz de frenar sus ruedas de manera individual y ajustando el par motor que llega a cada una. Entra en funcionamiento cuando los diferentes sensores detectan pérdidas de tracción y lo que consigue en la práctica es que el vehículo mantenga la misma trayectoria que el conductor ha trazado con la dirección.
La primera vez que el ESP fue montado en un coche de producción fue en el año 1995. Se trataba de una creación de Mercedes y Bosch, que ya habían desarrollado el ABS en 1978 obteniendo muy buenos resultados. Siguiendo con esa premisa del sistema antibloqueo de los frenos (ABS) y del control de tracción (ASR), se pusieron a trabajar en algo más avanzado que aunara esas funcionalidades. Se sumaron nuevos sensores para detectar el ángulo de dirección, la aceleración lateral y la rotación del coche.
Con toda esta información se podían detectar los deslizamientos en milisegundos y aplicar una pequeña frenada a la rueda que correspondiese para corregirlo. Como suele pasar con este tipo de tecnologías, el prime coche en montarlo fue uno bastante alto de gama. Ese mayo de 1995 comenzó a ser montado en el Mercedes-Benz S 600 Coupé W140 de serie. En septiembre llegaría al S 600 berlina y al SL 600, ambos también con el motor V12. En ese momento se ofrecería como opción en los Clase S y SL con mecánicas V8.
Poco a poco comenzaba la democratización del ESP, que en 1996 era incluido de serie en el Mercedes-Benz E 420 W210. Aunque lo cierto es que su expansión no llegaría hasta 1997, cuando se incorporó en el Mercedes Clase A después de esa desastrosa prueba del alce que terminó con el coche volcado. Las entregas del compacto se paralizaron y durante doce semanas se trabajó para incluir el ESP de serie y mejorar su seguridad. Los resultados fueron muy positivos y en 1999, Mercedes ya lo estaba montando en toda su gama de modelos, siendo el primer fabricante que lo hacía.
Los resultados no tardaron en llegar y se demostró que los accidentes graves descendían un 42 % (en otras marcas un 13 %). La efectividad estaba demostrada y otros fabricantes siguieron su ejemplo y lo empezaron a montar con asiduidad. Tanto es así, que en noviembre de 2011 fue declarado como elemento obligatorio en todos los coches nuevos en la Unión Europea.
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