De vez en cuando a todos nos gusta buscar cuánto costaría convertir un sueño en realidad. Para un amante de los coches, eso supone conseguir alguna máquina maravillosa a la que poder visitar en el garaje. Una de esas joyas que golpean de forma recurrente mi cerebro es el BMW 507 Roadster, un descapotable precioso fabricado por la marca alemana entre 1956 y 1959. A pesar de su belleza, el 507 casi lleva a la quiebra a la empresa y cuando la cesó la producción, apenas habían sido fabricadas 252 unidades.
Podemos pensar en el BMW 507 Roadster como si de un coche alemán se tratase, pero en realidad se trató de la idea de un estadounidense nacido en Austria llamado Max Hoffman. Era el mayor importador de automóviles europeos a los Estados Unidos de la época y solía realizar con frecuencia recomendaciones a marcas como Mercedes-Benz, BMW o Alfa Romeo. A él se le atribuye la gestación de vehículos tan míticos como el Mercedes-Benz 300SL Gullwing «alas de gaviota», el 190 SL o el ahora icónico Porsche 356 Speedster.
Hoffman pasó mucho tiempo discutiendocon los jefes de BMW sobre los coches que faltaban de su línea de vehículos a mediados y finales de 1950. Necesitaba un deportivo y su idea para el BMW 507 Roadster fue basarlo en el BMW 502. Esto debería situar su entre los Mercedes 300SL o los Porsche y los más baratos Austin Healeys y MG.
Hoffman acabó por convencer a BMW de que la sed del mercado americano por obras de ingeniería hermosas y rápidas aún no se había extinguido. Por eso se eligieron los mejores componentes mecánicos, incluyendo un bloque de aluminio V8 de 3.2 litros que había sido mejorado con carburadores dobles para rendir unos 150 CV de potencia, enviado a las ruedas traseras. Equipaba un cambio manual de 4 velocidadesy aceleraba de 0 a 100 km/h en 11,1 segundos, con una velocidad máxima de 196 km/h, cifras muy razonables para un deportivo de los años 50.
Pero, como la mayoría de grandes automóviles, no se habría convertido en una leyenda si no fuera por sus fluidas y sensuales curvas. Fue Max Hoffman, que debía aprobar el diseño final, quien contrató a Albrecht von Goertz, un protegido del famoso diseñador industrial Raymond Loewy, cuyos futurista diseños para Studebaker en los primeros años cincuenta había llamado la atención del perspicaz Hoffman.
Goertz imaginó una carrocería única. Todos los paneles que la conforman son de aluminio y debían ser fabricadas a mano, lo que hace que no existan dos BMW 507 idénticos. Cada una de sus piezas de suaves curvas tenía que ser hecha específicamente para cada coche, ya que sino no encajaba bien con las contiguas.
Estos problemas hicieron que el proyecto disparase sus costes. El 507 costaba 11.000 dólares, una suma altísima para un coche en aquella época, de ahí que se suspendiese la producción apenas dos años y medio después, tras fabricar 251 unidades. Sus dueños seguro que se olvidaron pronto del precio, embelesados con la belleza de su compra. Fue tal su importancia estética que muchos de sus rasgos estilísticos se observan décadas más tarde en los coches deportivos de la marca. Un ejemplo es el BMW Z8, que conservaba el doble riñón delantero o las branquias laterales con el emblema integrado.
Esos pocos 507 pasaron por manos de muchos propietarios famosos, como Elvis Presley que se lo regaló a Ursula Andress tras quedarse la actriz prendada del coche. John Surtees también guardaba uno en su garaje e incluso Bernie Ecclestone, dueño de uno antes de subastarlo en 2007 por más de 900.000 dólares.
El precio de los únicos 202 BMW 507 Roadster que sobreviven no deja de aumentar. Esta unidad que ves en las imágenes se subasta hoy 21 de noviembre en Nueva York y se espera que alcance entre un millón y millón y medio de dólares. Se trata de una unidad de la Serie II, que tenía un motor algo más potente y algo de espacio adicional tras los traseros, para que los conductores altos tuviesen una posición de conducción más cómoda.
Como puedes observar, el coche ha sido meticulosamente restaurado, con un exterior en plata que contrasta muy sutilmente con el precioso tapizado verde interior. El conjunto es muy elegante y rompe con los 507 blancos, más habituales. Cuenta hasta con us techo duro original, también diseñado por Goertz y con el que no pierde ni un ápice de elegancia.
Para seguir poniendo los dientes largos la casa de subastas lo ha probado y asegura que incluso a 100 km/h el coche se defendía en curvas sin problemas, tal y como Max Hoffman habría esperado de él… Le diré a mi cerebro que deje de pensar en el 507 Roadster…
Fuente: RM Auctions
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