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Mario Nogales

¿Qué son los sleepers? Coches que son más de lo que muestran

Todo aquel que tiene cierto contacto con el mundo del motor ha escuchado alguna vez hablar de los sleepers. Este término británico podría ser traducido como «durmiente», algo que tiene sentido si analizamos su significado en la jerga del motor. Porque así conocemos a aquellos coches con unas prestaciones muy destacadas que pasan desapercibidos por su aspecto anodino. En resumen, auténticos lobos con piel de cordero.

En la actualidad es bastante habitual que las versiones deportivas de los coches sean muy llamativas a nivel estético. De hecho, se busca incluso tener imagen deportiva incluso en vehículos normales a través de acabados de corte dinámico. Sin embargo, hace unas décadas la tendencia era justo la contraria. Era bastante habitual que los fabricantes metieran mecánicas más grandes y potentes en algunos modelos, con algunas modificaciones pertinentes a nivel de chasis, pero sin variar apenas su aspecto.

El Chrysler C-300 es considerado por muchos como el primer sleeper de la historia. Fue presentado en 1955 con un motor V8 FirePower de 5.4 litros que entregaba 300 CV. En su momento fue el coche de producción más potente en Estados Unidos. La tendencia no tardó en llegar a Europa, destacando algunos modelos como aquel Mercedes-Benz 300SEL 6.3 de 1968. En este caso, el gran motor V8 de 6.3 litros desarrollaba 250 CV y su comportamiento dinámico calificado como muy satisfactorio.

Y eso solamente era el comienzo de una época casi dorada de los sleepers que llegó a su punto álgido en la década de los 80. En ese momento, las berlinas eran como los SUV hoy en día, la carrocería más popular por su versatilidad. Así que de vez en cuando se veían modelos como el BMW M5 E28 que también respondía a la definición de sleeper. En este caso, llevaba el motor de seis cilindros en línea y 3.5 litros, el mismo que el mítico BMW M1, solo que en otra posición. Entregaba 286 CV y no tenía las modificaciones estéticas tan marcadas que sí tenemos en otros M5.

Eso era en 1985, pero es que apenas un año más tarde llegaría otro ejemplo perfecto para definir a estos lobos con piel de cordero. Del Lancia Thema 8.32se ha hablado mucho precisamente por la peculiaridad que suponía meter un motor de Ferrari en una berlina convencional. Se trataba del V8 de 2.9 litros y 32 válvulas ya visto en el Ferrari 308 y que entregaba 215 CV. Ese mismo año salía el Shelby GLHS, considerado por muchos como el mejor sleeper al partir de un Dodge Omni, pero con una preparación que incluía motor turbo de cuatro cilindros y 2.2 litros con 175 CV. 

Otro que pasaba desapercibido, pero que destacaba por su rendimiento era el Mercedes-Benz 500E de 1990, que llevaba bajo el capó un V8 de 5.0 litros con 326 CV que fue creado con ayuda de Porsche. En los en esa década seguimos viendo algunos sleepers de interés notable, incluso algunos que se alejaban de la carrocería de tres volúmenes. Uno de mis favoritos de siempre ha sido el Volvo 850 T5-R de 1994, el familiar (también estaba como sedán) apodado como «natillas» por su color de presentación y que llevaba un motor de cinco cilindros con 240 CV de potencia.

No podemos olvidar algunas rarezas del cambio de siglo como el Volkswagen Passat W8, con esa configuración de motor tan peculiar (W8 de 4.0 litros) y 275 CV que pasaban a las cuatro ruedas. En los años venideros es cierto que hemos visto menos sleepers que antaño, pero hay algunos como el Audi S6 V10 de 2006 que mantenían un aspecto no demasiado llamativo al tiempo que escondían bajo el capó un V10 de 5.2 litros con nada menos que 435 CV. 

Actualmente es mucho más habitual ver cómo los fabricantes modifican generosamente sus versiones deportivas para que destaquen sobre el resto. Es bastante posible que hayamos llegado al principio del fin de los sleepers, aunque también hay una tendencia al alza que podría mantenerlos. Y es que hay preparadores que están tomando clásicos e introduciendo mecánicas mucho más capaces sin hacer grandes modificaciones exteriores. Por supuesto, es algo menos habitual, sobre todo en países como España y su severidad con las homologaciones. 

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