El parabrisas ha sido un elemento que ha evolucionado sustancialmente a lo largo de los años, protegiéndonos del viento, la suciedad, los bichos y la cara en caso de accidente. Sin embargo, en los coches de carreras, esa función siempre ha solido recaer en el casco, razón por la que no necesitan una luna al frente al uso. Pero, en verdad, los monoplazas de Fórmula 1 sí que tienen una especie de “parabrisas” que ayuda al piloto, como veremos a continuación.
Para empezar, un monoplaza de la categoría reina del automovilismo incorpora dos piezas cuyo trabajo conjunto cumple con algunas de las funciones de un parabrisas. Por un lado, tenemos el llamado “Halo”, que protege la zona de la cabeza del piloto en caso de vuelco y de golpes contra objetos contundentes o de otros coches. Hecho en titanio de grado 5, puede resistir hasta 125 Kilonewtons (12,7 toneladas) de fuerza. Charles Lecrerc (Spa, 2018), Romain Grosjean (Barhain, 2020) o Lewis Hamilton (Monza, 2021) son algunos que le deben mucho a esta pieza.
El segundo elemento es un pequeño deflector transparente colocado justo delante del piloto. El “parabrisas” montado en el cockpit del Fórmula 1 desvía el flujo aerodinámico de alta velocidad hacia arriba, y crea un flujo de baja velocidad en la zona del habitáculo. Su objetivo es, por un lado, que el viento no impacte directamente hacia la cabeza del piloto, dificulte sus movimientos y provoque fuerzas de elevación que pueden llegar a ser realmente peligrosas para el cuello (por muy bien entrenado que esté); y por otro, reducir la suciedad que llega a la pantalla.
Algunos equipos han diseñado estos pequeños “parabrisas” con una forma peculiar de dientes de sierra, como es el caso de Mercedes-AMG Petronas F1 Team. Tal y como explica James Alison, director técnico del equipo alemán, “este diseño suaviza la transición entre los flujos de aire de alta y baja velocidad, lo que nos permite un pequeño margen de error en caso de que el aire no vaya exactamente a la zona que queríamos”. No es el caso del Alpine A522 de Fernando Alonso, que en su presentación lucía un deflector mucho más sencillo, sin dientes de sierra.
Porque al competir en la Fórmula 1 no son necesarias muchas de las funciones de seguridad que el parabrisas realiza en los coches de calle. Por ejemplo, no tiene que servir de apoyo para el uso del airbag del acompañante, ni aportar resistencia estructural para que el techo no se hunda en caso de vuelco, ni alojar las cámaras de todos los sistemas de asistencia a la conducción (ADAS). Sin embargo, la seguridad de todos los pilotos se vería beneficiada si los monoplazas llevaran un parabrisas completo que protegiera su cabeza y mejorara su visibilidad (que se probó).
Un ejemplo de ello lo tenemos en el “Aeroscreen” de la IndyCar, una pantalla balística laminada de policarbonato con un marco de titanio que soporta fuerzas de impacto de hasta 150 kN (15,3 t). Esta incorpora un revestimiento anti reflectante, un sistema antivaho y láminas “tear-off” que el piloto (o más bien los mecánicos en el box) puede ir despegando a lo largo de la carrera cuando se acumula la suciedad. El “Aeroscreen” no solo garantiza la integridad de los pilotos, sino que también es un valioso banco de pruebas para diseñar innovadores parabrisas en el futuro.
¿Y por qué esta solución no se ha adoptado en los monoplazas de Fórmula 1? Uno de los motivos principales recae por la pureza de diseño y filosofía de la competición. En la máxima categoría del automovilismo siempre se han utilizado monoplazas abiertos, mientras que los automóviles “cerrados” (con techo y parabrisas) se han usado para carreras de turismos, GTs o prototipos de resistencia para el Campeonato del Mundo de Resistencia. En 2017, antes de llegar el “Halo”, se probó un “Aeroscreen”, pero se descartó por estar en una fase de desarrollo poco evolucionada.
Fuente: Carglass
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