La sexualidad es muy recurrente con el motor. Hay desde libros que indican todas posturas para hacer el amor en el coche, rankings de los mejores coches para pacticar sexo. Hay mujeres que han emprendido huelgas de sexo a cambio de carreteras y jetas que ofrecían carnés a cambio de favores sexuales en Holanda.
Luego están las parafilias. La sexualidad humana tiene una variedad casi infinita de formas. Muchas de ellas, ¡relacionadas con los coches! Ya habíamos escrito sobre Edward Smith, que aformaba haber mantenido relaciones sexuales con más de mil vehículos y habíamos oido hablar sobre la amomaxia, una parafilia (lo que antes llamaban perversiones), que consiste en excitarse sólo cuando se tienen una relación sexual dentro de un automóvil aparcado. También conocemos el dogging (ya no tan exclusivo de coches), que supone excitarse cuando se es observado practicando sexo en lugares apartados, al aire libre o en un vehículo.
Pero jamás habíamos ni siquiera imaginado que alguien pensase en los accidentes de tráfico como algo seductor. Y no es algo nuevo. Un artículo científico de hace más de medio siglo lo confirma. Esta es la historia.
En 1960, el psicólogo Martin Keeler publicó la historia de uno de sus pacientes. Sólo obtenía placer sexual cuando era golpeado por una hermosa mujer al volante de un coche. Keeler decía esto en su artículo: «Algunas perversiones, mientras que representan a la psicopatología, también contribuyen a la complejidad de la mente humana y los mecanismos inconscientes del ego. El paciente, un hombre con casi treinta años, informó un deseo recurrente de ser herido por una mujer que conducía un coche. Este deseo estaba presente desde la adolescencia y y según contaba el paciente, había sido satisfecho cientos de veces sin sufrir lesiones graves».
Más llamativo resulta cuando Keeler explica en su artículo cómo su paciente satisfacía sus necesidades: «La satisfacción se puede obtener por la inhalación de los gases de escape o al ser empujado contra la pared por un vehículo. La excitación será mayor si la mujer es atractiva, pero es independiente de las lesiones causadas por el hombre u otros tipos de lesiones de la mujer «.
Al parecer, el paciente experimentaba el placer en esta experiencia y no en la coaccción. Era de una clase social alta y tanto su trabajo como sus estudios y capacidad intelectual eran buenos. Se avergonzaba de sus síntomas, pero de alguna manera se sentía orgulloso de su naturaleza inusual.
Keeler terminaba su resumen con sus propias especulaciones sobre el significado de todo esto a través de un análisis freudiano: «Deben darse al menos dos requisitos para una gratificación masoquista: El daño debe ser causado por una mujer (probablemente una defensa contra otros sentimientos) y al mismo tiempo causado por un coche (es probable que tenga un significado simbólico)».
¿Qué significado simbólico podrían tener estos coches? Esta fue la pregunta que el Dr. Keeler dejó para la posteridad, y ahora, medio siglo después, debermos imaginar. ¿Odia a la modernidad y pérdida de «humanización» debido a una industrialización voraz? Ahí queda eso.
Vía:Mind Hacks