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Pablo Maza

La carrera del siglo

Tiempo atrás, cuando la automoción comenzaba a ser una realidad en Estados Unidos, se organizó en Nueva York la que se autodenominó como «la carrrera del siglo«. Una locura de 35.000 kilómetros, la distancia que separa la ciudad estadounidense de París, en la que participaron seis coches con sus seis pilotos.

Inspirada en la carrera Pekín-París de 1907, la «carrera del siglo» estaba organizada por los rotativos, New York Times y Le Matin y el objetivo era llegar a la ciudad de París lo antes posible, dirigiéndose hacia el oeste, todo por carretera, salvo la zona del Estrecho de Bering, donde los participantes debían cruzar en ferry por Alaska dirección Siberia, un territorio por el que ningún automóvil había circulado antes. Tras eso, Moscú, San Petersburgo, Berlín y finalmente París, con el único premio del sabor de la victoria y el placer de conducir.

El 12 de febrero de 1908, la plaza Times Square, en Nueva York, recibía la visita de cientos de miles de curiosos que vitoreaban a los seis participantes: un Potros que competía por Alemania, un Züst por Italia, un De Dion-Bouton, un Motobloc y un Sizaire-Naudin por Francia y un Thomas Flyer por Estados Unidos.

Times Square, hasta la bandera

    Estos eran los seis valientes pilotos:

    • G.Bourcier de Sr. Chaffray, que conducía el De Dion, era el organizador de una carrera de lanchas motoras que acabó con todos sus participantes hundidos en el Mediterráneo.
    • Charles Godard, a bordo del Moto-Bloc, había participado un año antes en la carrera Pekín-París, sin haber conducido nunca. Se le debía dar bien, porque consiguió un récord mundial al pasar más de 24 horas seguidas al volante.
    • Emilio Sirtori, otro de los pilotos participantes, tuvo que llevarse consigo al joven poeta Antonio Scarfoglio, que había amenazado a su padre, un prominente editor, con participar en la carrera de lanchas si no le dejaba acompañar a Scarfoglio.
    • Montague «Monty» Roberts, era el gran favorito del los aficionados. Piloto profesional, afrontaba la «carrera del siglo» a bordo del Thomas Flyer, junto con el mecánico alemán George Schuster, que a la postre se convertiría en uno de las grandes leyendas del automovilismo.

    A medida que avanzaba la carrera, los recelos entre los pilotos aumentaron. Los rivales acusaron al piloto estadounidense de recibir ayudas de sus compatriotas, incluso los italianos llegaron a acusarle de haberse ayudado de un tren para avanzar más rápido.

    A mitad de carrera, cuando «Monty» Roberts lideraba la prueba, abandonó para participar en el Grand Prix de París. Su compañero, George Schuster, tendría que conducir por el tramo más difícil, entre Alaska y Siberia. Una vez en Europa, Roberts volvería a hacerse con los mandos del automóvil. Cuando los americanos llegaron a Alaska, las condiciones climatológicas hacían imposible la conducción.

    El comité organizador decidió entonces que regresaran a Seattle, donde cogerían un barco rumbo a Vladivostok, pero por entonces, el resto de participantes, ya se encontraba en el Pacífico, rumbo a Rusia. En compensación, la organización decidió otorgar 15 días de compensación al equipo de Flyer, una decisión que sería de vital importancia para el devenir de la carrera.

    Monty Roberts y George Schuster a bordo del Thomas Flyer

    Cuando parecía que lo participantes habían pasado lo peor, llegaron al continente asiático, donde tuvieron que enfrentarse a bandidos, tigres de bengala, fiebres, plagas, mosquitos, los terribles barros provocados por los monzones y sobre todo, la escasez de gasolina.

    Finalmente, el sábado 26 de julio a la seis de la tarde, llegaba a París el Potros conducido por el teniente Koeppen. Al mismo tiempo, Schuster y Flyer entraron en Berlín, donde fueron recibidos como héroes por el Imperial Automobile Club, sabedores de que los 15 días de ventaja concedidos por la organización, les garantizaba la victoria final. Llegaron a París con un tiempo final de 41 días, 8 horas y 15 minutos. El tercer superviviente de la carrera, el coche italiano Zust entró en la capital francesa en el mes de septiembre, con la misma satisfacción personal que el resto de participantes en la «carrera del siglo».

    El genio de la comedia cinematográfica, Blake Edwards, inmortalizó esta mítica carrera en la película La Carrera del siglo, de 1965.

    Vía: Mrdomingo

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