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Redacción

Nací Spyder y fallecí bastardo (I)

Los mitos. Dicen que los mitos surgen cuando se fallece de manera sorpresiva y antes de tiempo. Cuando estás en la cúspide del éxito y pareces inmortal. Cuando te veneran. Cuando confías tanto en la vida, que no temes a nadie. Así debió suceder ese fatídico día. Cuando el Spyder decidió acoger en su seno a Dean y tomaron aquella curva. La última, que iban a compartir.

El Porsche 550 Spyder nació creado para la competición.

El Porsche 550 o también conocido como Spyder siempre será recordado como el modelo en el que falleció James Dean. Un aciago 30 de septiembre de 1955. Un coche que llegó dispuesto a barrer los datos de su antecesor, el pequeño Porsche 356 Speedster. Y al que un terrible hecho, terminó barriéndole a él.

El 550 llegaba al mercado como el primer diseño hecho a conciencia para su distribución en competición. Desde la fábrica buscaban un revulsivo que obtuviese grandes resultados en las competiciones anuales. Para ello creyeron que la mejor fórmula posible era un modelo de poca altura.

La fórmula cuadró los resultados finales porque el ex corredor de Fórmula 1 Hans Herrmann, fue capaz de llevar a cabo un movimiento nefasto con cualquier otro automóvil, pasar por debajo de las barreras de un paso a nivel durante la Mille Miglia. En 1954. Aunque sería dos años más tarde cuando llegaría la victoria más relevante para Porsche, la Targa Florio de 1956. Ahí, se dieron cuenta que el trabajo, había tenido una auténtica recompensa.

Porsche 550 fue creado y producido con fidelidad absoluta a la alta competición. Su diseño así lo confirmaba ya que los ingenieros lo elaboraron extremadamente ligero y esbelto. En su haber un auténtico motor 1.5 bóxer con doble carburación. En total, 110 CV. Atentos a este dato porque esos 110 CV apenas movían un chasis y una estructura de 550 kg. Una velocidad máxima de vértigo con 225 km/h, teniendo en cuenta la época.

Pero el 550 no pasará a la historia por sus datos perfectos en diseño e ingeniería, ni por sus resultados en las distintas competiciones. El 550 siempre será recordado por ser el coche en el que James Dean pasó sus últimos minutos. El Spyder se convirtió en mito, porque fue capaz de enamorar y morir junto a uno.

Parte trasera del 550.

Dean era un amante acérrimo de los grandes modelos. Un lujo que podía permitirse gracias a sus éxitos en la pantalla grande. Así que un buen día, se levantó de la cama y con la mente despejada tomó la decisión de adquirir un 550 a cambio de vender su Porsche 356. El motivo principal era que ese pequeño deportivo era un lujo en ligereza y potencia.

Por ese motivo, y no por otro, obtuvo su apodo ‘Little Bastard’. Así lo bautizo Bill Hickman, un compañero de trabajo de James Dean. Y es que para conducir ese modelo eran necesarias unas manos expertas de piloto porque la relación peso-potencia era una auténtica locura. El equilibrio y su manejo era una de esas características más atractivas. El vértigo siempre produce una sensación de libertad que el actor quiso sentir hasta sus últimas consecuencias.

Además, Dean no pudo conformarse sólo con tener uno de los 90 modelos que se llevaron al mercado sino que también pidió a George Barris (uno de los preparadores del Batmovil de Adam West) que se lo personalizase con ciertas características tales como asientos de tela escocesa, un número 130 impreso y dos tiras rojas en la parte trasera sobre las ruedas.

El 17 de septiembre de 1955 James Dean será entrevistado para un programa de televisión. En él, el actor, debía aconsejar a la juventud sobre el hecho de los peligros que provocaba una conducción a más velocidad de la recomendada. Además de advertir sobre las diferencias existentes entre la conducción en un circuito o la conducción en una carretera convencional.

Quizá lo chistoso de todo esto es que cuando Dean tuvo que mirar a la cámara y aconsejar a la juventud, no se le ocurrió otra gran idea que pronunciar las siguientes palabras: “Conduzca con cuidado, puede que la vida que salve sea la mía”. Pero ese ‘mía’ no era lo establecido en el guión. Tendría que haber dicho ‘suya’. Una entrevista que se prohibió emitir tras su muerte 13 días más tarde. Aunque sí que lo podemos contemplar en las posteriores ediciones que se han elaborado de sus proyectos cinematográficos, en las zonas extra de los respectivos DVD.

James Dean con su modelo personalizado.

Parece que el destino le seguía advirtiendo sin demasiado éxito. 6 días después de la grabación de dicha frase, James Dean, mientras degustaba los placeres de la gastronomía en un restaurante, se tropezó con «Obi Wan Kenobi» Alec Guinness.

Juntos salieron hasta el aparcamiento, donde Guinness pudo disfrutar de cerca del automóvil. Y ahí mismo, lo tuvo claro y advirtió a Dean. Le aseguró que si no desistía de su conducción, en una semana a lo sumo, perdería la vida. Y Guinness acertó. El destino advertía, pero Dean vivía la vida como si cada día fuese el último.

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