Steve Jenny tiene el raro privilegio de probar todos los nuevos coches de Bugatti antes de que salgan a la venta. Nacido en Francia, Steve acumula más de 350.000 kilómetros al volante de los superdeportivos Molsheim. Un trabajo de ensueño, pero también uno que requiere de una gran responsabilidad.
Criado en Alsacia, por las venas de Steve siempre ha corrido el entusiasmo de la ingeniería. Y Después de obtener su carné de conducir, fabricó un coche de rally e incluso participó en uno como copiloto antes de convertirse en mecánico de precisión y técnico de medición. Luego, buscó una educación superior y se convirtió en inspector de calidad, de nuevo con un gran ojo para los más pequeños detalles. En empresas de suministro de renombre como Mahle y BBS, desarrolló componentes de automovilismo de muy alto rendimiento.
En mayo de 2004, un amigo lo llama y le cuenta sobre unos coches que hay en la pista privada de Colmar que son tan rápidos como un avión de combate. “Eso despertó mi interés y conduje directamente. Por supuesto, no eran jets, eran prototipos del Bugatti Veyron”, recuerda Steve. Comenzó a investigar y descubrió que la histórica marca ha vuelto a existir y está fabricando a mano el primer hiperdeportivo en Molsheim, no muy lejos. En junio, la curiosidad se apoderó de él y fue a echar un vistazo a las instalaciones de Bugatti. Quería trabajar allí.
“Un viernes de julio recibí una llamada telefónica por la tarde. Dijeron que conseguí un trabajo. Fui hasta Molsheim rápidamente y firmé mi contrato como uno de los primeros empleados”, dice Steve. Su trabajo futuro: la creación y el análisis de un departamento de inspección de vehículos. Él sería responsable de desarrollar un proceso que aseguraría que todos y cada uno de los Bugatti funcionen perfectamente y se adhieran a los mismos criterios estrictos a los que Jenny ya estaba acostumbrado. No sería un Bugatti hasta que tener su aprobación.
Durante los meses venideros, Steve desarrolló nuevos procesos en material de la inspección de calidad e instaló una sala de medición y análisis, donde los coches se prueban minuciosamente antes de ser entregados a sus clientes. “Bugatti siempre exigió que los vehículos se entregaran en perfectas condiciones. Un hiperdeportivo que vaya a más de 400 km/h debe funcionar a la perfección”, explica el francés. Su primer viaje en un Veyron, el 3 de marzo de 2005, no es más que un vago recuerdo, aunque no por ello uno que no fuese memorable.
“Estaba demasiado nervioso. Como pasajero, sentado junto al experimentado ingeniero de calidad, tuve que concentrarme en muchos aspectos técnicos. Por lo tanto, no pude disfrutar mucho del viaje”, dice Steve. Christoph Piochon, que entonces estaba al cargo del control de calidad, dirigía el departamento de producción y estaba buscando a un conductor y un técnico apasionados, que supiera moverse por Alsacia, para comenzar a trabajar en septiembre de 2005. El objetivo era probar cada Veyron después de acuerdo con un programa predefinido.
“Cuando me confió este trabajo, me sentí orgulloso y agradecido. Orgulloso, porque el Veyron es un coche increíble y técnicamente único, y agradecido porque me dio mucho crédito por adelantado. Fue uno de los mejores días de mi vida”, dice Steve. Al principio, se debatió sobre cuántos kilómetros serían necesarios para hacer un test de inspección, ya que el fin es cubrir la mayor cantidad posible de situaciones que un cliente podría experimentar. Por eso, además de conducir en la vía pública, también hay pasajes de aceleración y slalom en un aeropuerto.
Como no podría ser de otra manera, los coches de Bugatti son los únicos en el mundo que se someten a un proceso de inspección final tan estricto e intensivo. Inicialmente, Steve verifica a qué región se entregará el coche y la configuración de homologación, seguido aquella que el cliente seleccionó. ¿Están todas las opciones que el cliente deseaba? Si es así, a continuación, se prueban las funciones eléctricas del vehículo. Si esta verificación tiene éxito, Steve enciende el motor y saca lentamente el automóvil del Atelier para afrontar cuatro rutas definidas.
Verano, transición, invierno y análisis. “Es como Las cuatro estaciones de Antonio Vivaldi. Cada gira tiene sus propios momentos especiales, y todos encajan perfectamente”, afirma. La prueba de manejo dura hasta cinco horas y, generalmente, cubre una distancia de unos 300 kilómetros a través de la región de Alsacia. En la prueba dinámica, Steve comprueba el peso y la capacidad de respuesta de los pedales, la sensación del volante y escucha atentamente cualquier sonido inusual. Y para cerciorarse que todo está bien ajustado, hay que “maltratar” el coche.
En la marca de los 80 kilómetros, Steve aborda un camino empedrado con la idea de medir la comodidad y el ruido de la suspensión. “Tienes que sentir el coche con cada fibra de tu cuerpo e interpretar correctamente sus respuestas. Aunque la experiencia técnica es muy útil en este esfuerzo, la experiencia es primordial”, manifiesta. Las carreteras sinuosas de los Vosgos son ideales para este viaje. “Con un vehículo tan individual y artesanal, todo debe ser perfecto. Nuestro objetivo es corregir incluso la más mínima falta antes de entregar el coche”, añade.
Para las pruebas de aceleración y alta velocidad, Steve conduce todos los coches de Bugatti en la pista cerrada del aeropuerto de Colmar, llevándolos al límite para el que fueron diseñados. Allí, los hiperdeportivos se someten a varias pruebas operacionales a velocidades superiores a 300 km/h: salida lanzada, despliegue del freno de aire, cambio rápido de carril, frenada fuerte a 200 km/h, frenado completo y ajuste del ESP. Estas pruebas son fundamentales para brindar confianza a los conductores de Bugatti de todo el mundo… cuando vayan a más de 400 km/h.
Después de las pruebas en el aeropuerto, Steve regresa al Atelier a un ritmo más pausado. Allí, el piloto de pruebas de Bugatti deja sus notas; sólo si el coche cumple con todos los criterios de una larga lista, está preparado para el siguiente paso. Los mecánicos cambian el aceite de la caja de cambios, cambian las ruedas y colocan los bajos originales. A esto le sigue una prueba de conducción de una hora, que abarca, al menos, 50 kilómetros, para conseguir la aprobación final de dinámica de conducción. En total, cada Bugatti recorre entre 350 y 750 km antes de ser enviados.
Cuando se le pregunta si su trabajo se vuelve aburrido alguna vez, Steve niega con la cabeza. “No.Cada día es único y conducir estos increíbles coches es una fuente de alegría continua para mí”, dice. “Con el Chiron y sus 1.500 CV, Bugatti ha perfeccionado el hiperdeportivo. En el Chiron Super Sport, el motor W16 de 8.0 litros incluso entrega 1.600 CV y alcanza velocidades de hasta 440 km/h”, manifiesta Steve. Con la mano en el corazón, es increíblemente difícil de negar que no tenemos un poquito de envidia por probar los hiperdeportivos de Bugatti.
Fuente: Bugatti
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