La velocidad no mata, como la Dirección General de Tráfico (DGT) siempre ha intentado hacernos creer. Es un factor que determina la gravedad de las consecuencias de un accidente, pero la culpa, la mayoría de las veces, es de nosotros mismos. Y resulta que, por muy seguro que sea tu coche, viajar de forma incorrecta puede motivar un accidente que acabará en una desagradable llamada del Estado a tus seres queridos.
El Real Automóvil Club de España (RACE) y Goodyear han realizado en la sede de Cidaut, Valladolid, una serie de pruebas de choque que ha arrojado resultados preocupantes. Para empezar, la encuesta realizada por ambas entidades determinó que hay millones de ciudadanos que viajan en coche en posiciones que, en caso de accidente, son incompatibles con la ausencia de lesiones o la propia vida, incluso si el percance se produce solo a 56 km/h.
Muchos confesaban realizar sus desplazamientos con el respaldo recostado (10 %), el cinturón de seguridad mal puesto –o incluso sin él– (16 %), objetos sueltos en el habitáculo (51 %), o con los pies sobre el salpicadero del vehículo (5 %). Son muchas las ayudas de asistencia a la conducción, tanto activas como pasivas, las que han ido inundando a los coches con los años, pero como bien dice el nombre, son “ayudas” y no una “salvación”, y hay que seguir siendo cautos.
En base a estos datos, para el “crash test” se colocó al dummieconductor en el asiento sujeto con el cinturón de seguridad ligeramente holgado, en una posición cercana al volante. El copiloto fue dispuesto con el respaldo recostado y las piernas en el salpicadero, mientras que el pasajero trasero izquierdo no tenía cinturón de seguridad y sujetaba en sus brazos a un bebé. Entonces sometió el vehículo a un impacto frontal a 56 km/h, y los resultados fueron letales.
Todos ellos, en caso de ser haber sido personas reales, habrían perdido la vida. Y no es que estemos hablando de que la prueba se ejecutó con un coche antiguo. El modelo empleado fue un Citroën C4 Grand Picasso de primera generación, vendido entre 2006 y 2013. Teniendo en cuenta que la edad media del parque móvil de nuestro país supera los 12,3 años, es un ejemplo perfecto de un vehículo que transporta a una familia en un fin de semana de puente.
Al estudiar el maniquí del conductor, los analistas descubrieron que la presión ejercida por el ocupante trasero al salir proyectado hacia delante superó las dos toneladas, y las aceleraciones de cuello y cabeza excedieron los niveles máximos. Con el copiloto se determinó que la compresión del tórax superó el doble del límite tolerable por una persona, la cabeza golpeó contra las piernas también por exceder los niveles máximos, y las piernas, por su parte, rompen la luna delantera con daños graves.
En la parte posterior, la fuerza con la que se proyectó el adulto que transportaba al bebe era de 3,5 toneladas. Con tal magnitud de presión, el infante era aplastado contra el asiento delantero y a su vez, el conductor contra el volante. Una vez el coche ha impactado contra el muro, el ocupante se desplaza sin control por el habitáculo golpeando el techo y, finalmente, impactando sobre el cuerpo del bebé. Esto no es una escena preparada, es algo que ocurre todos los días en las carretera de todo el mundo.
Por este último motivo, es destacable señalar la importancia de llevar siempre el cinturón puesto, independientemente del tipo de vía o distancia a recorrer, ceñido al cuerpo y evitando ropas gruesas. También se ha de hacer coincidir en altura la parte superior de la cabeza y el reposacabezas, quedando a unos cuatro centímetros de separación entre sí. Además, hay que colocar el respaldo del asiento con una inclinación máxima de 90 grados, estar a unos 30 cm del volante y no poner los pies sobre el salpicadero. Más vale prevenir que curar.
Fuente: RACE, Goodyear
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