Probablemente, tendrás que apoquinar cerca de 30 millones de euros si quieres un Ferrari 250 Testa Rossa de 1957 con carrocería Scaglietti. O puedes comprar un Ferrari Testa Rossa J nuevo y casi idéntico por 93.000 euros más impuestos. Suena como el trato del siglo. Pero hay un par de cosas que debes saber: el Testa Rossa J es eléctrico y es una fracción de tres cuartas partes del tamaño del original.
El coche en sí es un pionero genuino, porque esta versión al 75 % del famoso 250 Testa Rossa “aletas de pontón” no es solo un producto con licencia, sino un Ferrari real. Cierto es que no se fabrica en las instalaciones de la marca en Maranello, ya que se ha creado en Buckinghamshire por The Little Car Company, la misma entidad que hay tras el Bugatti Baby II y el Aston Martin DB5 Junior. Cualquiera de ellos encajaría muy bien debajo del árbol de Navidad. Además, no es un “juguete” de niños, ya que los adultos también pueden disfrutarlo.
Para empezar, lo primero que sorprende es el nivel de detalle. Ferrari permitió a The Little Car Company acceder a los planos de diseño originales del 250 Testa Rossa para que todo, desde la carrocería hasta el chasis, pudiera reducirse con precisión. La firma del cavallino insistió en que solo el aluminio funcionaría para revestirlo, por lo que cada una de las carrocerías se fabrica a mano en Reino Unido. La pintura rojiza disfraza quizá injustamente la artesanía involucrada en la costura invisible de las múltiples secciones de metal unidas por soldadura.
A bordo, el asiento está diseñado con un acolchado asimétrico para acomodar a un adulto y un niño uno al lado del otro. Este se puede voltear para que los infantes puedan llegar al volante y papá pueda ir de copiloto leyendo las notas. Ese volante, por cierto, es 100 % genuino de Nardi y se puede optar por actualizar los cables cromados originales a Borranis (también OEM), tal y como lo harías en un Ferrari vintage real. ¿Los pedales? Son de un 488 GTB, y si bien el cuadro de instrumentos no tiene verdaderos diales de Ferrari, al menos se ven bien.
Junto a ellos hay algo que se apega a la temática de Ferrari, pero 40 años adelantada. Un dial de modo de conducción (manettino) te permite elegir entre cuatro niveles de potencia en función de quién esté conduciendo. Por tanto, puedes restringir a tu hijo realmente con 1 kW y permitir que los niños mayores pasen al modo Confort de 4 kW. Pero la verdadera diversión comienza en Sport, que libera 10 kW, y alcanza su punto máximo con una salida de 12 kW en el modo Race. Eso son unos 16 CV, suficientes para coger una punta de 80 km/h.
Ferrari encontró un propietario dispuesto a grabar el sonido del motor V12 original, pero tanto la firma italiana como The Little Car Company decidieron que era mejor ser honestos. En lugar de agregar ruido y hacer un mal trabajo para terminar con un coche caro que sonaba como un juguete barato, se asume que es eléctrico, y punto. Sin embargo, el silencioso motor “zumba” cuando se sobrepasan los 70 km/h, y aún con apenas 10 kW de potencia (13,6 CV), sus gomas de 125 milímetros de sección pueden perder algo de agarre en curvas rápidas.
Y es que el Ferrari Testa Rossa J no se pilota como un juguete. La suspensión de recorrido corto y los escuetos neumáticos Pirelli de 12 pulgadas (como los instalados en un Fiat 500 de los 60) luchan por absorber los baches, pero la dirección sin ayuda es suave, precisa y comunicativa, y hay poco balanceo de la carrocería. Acelera con mucha fuerza en una curva cerrada y el frente se lavará, mientras que, si ahuecas el acelerador en pleno apoyo, el eje trasero deslizará. Pero no se siente como un coche de drifting, sino como un deportivo que te obliga a trazar mejor.
La mayoría de los compradores encontrarán que tiene suficiente potencia, pero el chasis es tan bueno que es difícil no preguntarse cómo sería con el doble de energía, y ciertamente querría más empuje si planeara conducirlo en la carretera. Si bien Ferrari decidió no aceptar la oferta de The Little Car Company de entregar a los clientes una opción legal utilizando las reglas del cuadriciclo ligero, puedes apostar a que alguno de los 299 afortunados lo hará por su propia cuenta. Porque es tan divertido de llevar –o más– que muchos deportivos “de verdad”.
Así que sí, cuesta tanto como un deportivo de lujo real, como bien puede ser un Porsche 911. Pero, por otro lado, también es un Ferrari de edición limitada, 100 % funcional y construido a mano por la mitad de precio del siguiente modelo más asequible de la gama, el Portofino M. Y, bueno, quien paga casi 100 de los grandes por este vehículo, en realidad ya tiene uno o varios Ferrari en su garaje. Ciertamente, dudamos que alguien se sienta decepcionado con la calidad de construcción o la experiencia de conducción, aunque sea eléctrico.
Fuente: Motortrend, Top Gear
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