El que diga que diseñar un coche es sencillo nunca se ha puesto a crear uno, aunque sea en una sucia servilleta. Porque una hoja de papel en principio vacía puede verse muy pronto abarrotada cuando se tienen en cuenta los requisitos de empaque del equipo de ingeniería y del departamento de marketing pertinentes, así como las legislaciones de seguridad de cada país, la aerodinámica y, con bastante frecuencia, los gustos conservadores del comprador promedio de un coche.
El resultado es que nos damos de bruces con vehículos parecidos entre sí, ya se trate de una berlina, un compacto o un SUV. Entonces, como fabricante de automóviles, ¿cómo puedes hacer que tu producto destaque del que está en el carril de al lado? La primera de las cosas que permiten licencias diferenciadoras entre unos y otros es la parrilla, por supuesto. Pero mientras que empresas como BMW las están explotando al máximo, el cambio a los coches eléctricos significa que muchos modelos nuevos se quedan sin ella.
¿Por qué? Sencillo, un vehículo carente de un motor de combustión interna no requiere de la misma necesidad de enfriamiento, por lo que una parrilla tan solo estropea la eficiencia aerodinámica y, por ende, resta autonomía al conjunto. Y luego están los avances realizados en el apartado de la tecnología de iluminación en los últimos 20 años, que ha permitido a las distintas compañías automotrices crear firmas lumínicas que hacen que sus modelos sean reconocibles instantáneamente cuando el sol se pone en el horizonte.
Pero como Automotive News destaca en uno de sus entradas (previo pago), otra tendencia está despegando en estos momentos. Para ayudarnos a identificar modelos específicos, las marcas están volviendo de nuevo a lo básico y, simplemente, pegan el nombre del modelo en el morro y la cola con letras tan prominentes que parecen haber sido redactadas por las mismas personas que hacen esos teléfonos domésticos caricaturescos para personas con cierta discapacidad visual. La nomenclatura es cada vez más importante.
Pero la idea no es exactamente nueva. Piensa en la década de 1960, 1970 y 1980, cuando prácticamente todos los fabricantes imprimían el nombre de sus modelos con grafías en los cuatro costados del coche. Si tienes el bagaje cultural −y la memoria− de los coches que se han vendido en Estados Unidos durante el último medio siglo, te habrás dado cuenta de que el nombre del fabricante siempre aparece en grande en todo el ancho de la parrilla frontal, véase casi cualquier modelo comercializado por Chevrolet, por ejemplo.
Y aunque a partir de los años 90 se volvió a optar por el minimalismo en este aspecto, esta tendencia se está trasladando cada vez más al mundo de los turismos y los SUV actuales, y se está utilizando para elegir los nombres de los modelos, en lugar de solo la marca detrás de ellos, al igual que las palabras “Range Rover” aparecían escritas en el capó de la primera versión del todoterreno en 1970, y todavía está en sus descendientes modernos. Porque es “Range Rover” el modelo y “Land Rover” la compañía que lo construye.
Al igual que el Range Rover al que quiere vencer, los nuevos Wagoneer y Grand Wagoneer tienen sus nombres escritos con letras grandes en ambos extremos (y sin insignias de Jeep). Pero no tan grande como el Ford Bronco, cuyo nombre aparece en la parrilla delantera y en el panel trasero, mientras que el Hummer EV tiene una placa de identificación iluminada en su parrilla falsa. Al mismo tiempo, otras compañías están gritando sus nombres corporativos en sus coches, tales como el último Škoda Octavia y el nuevo Citroën C5 X.
Y, bueno, más de lo mismo si hablamos de las insignias. Compara el logotipo de un Renault −o el de la marca que más ilusión te haga− de hace un par de décadas con un modelo de estreno, no hay color. La imagen de marca es cada vez más grande, ganando centímetros cuadrados en cada nueva generación de un modelo, y guste más o menos, parece que esta tendencia podría quedarse por un tiempo.
Fuente: Automotive News