Si bien ABBA, Spotify o IKEA son algunos de los mejores regalos suecos para el mundo, hay que recordar que el país nórdico también nos ha dado coches fantásticos. Sobre todo nos ha brindado vehículos excepcionalmente seguros en forma de Volvo, pero mientras que esta última está vivita y coleando, había otro fabricante local de ideas afines que ya no está con nosotros. Por supuesto, hablamos de Saab, quien cerró sus puertas en 2011 tras declararse en bancarrota.
Para aquellos que no están familiarizados con la compañía, Saab fabricó vehículos elegantes, extravagantes y seguros para los consumidores. Como muchas otras empresas automotrices fallidas, el dinero fue un motivo de su desaparición. Sin embargo, a diferencia de esas otras marcas, parte de la razón por la que Saab fracasó en el sector fue por esforzarse demasiado por mantener seguros a sus clientes. Porque aunque la seguridad vende, son pocos los que realmente condicionan sus productos por esta premisa.
Los problemas reales para Saab comenzaron a principios de la década del 2000. Fue durante este tiempo que General Motors (GM) decidió que quería pasar de ser un inversionista a un accionista mayoritario. El el 2000, GM compró las acciones restantes de Saab y convirtió al fabricante sueco en una subsidiaria de propiedad íntegra. Poco después de que el gigante de Detroit hiciera esta compra por valor de 125 millones de dólares, comenzaron a presentar a los ingenieros de Saab algunos de sus propios diseños.
El resultado fue la creación del 9-2X, basado en el Subaru Impreza, y el 9-7X, gestado desde un Chevrolet Trailblazer, ambos en 2005. Desafortunadamente para Saab, no adjudicaron muchas unidades y ambos modelos se clasificaron como fallos comerciales. Esto llevó a GM a desechar los reemplazos para estos modelos, así como un nuevo compacto y familiar que se lanzarían poco después. Como imaginarás, muchos de los ejecutivos de GM no vieron esto como un buen comienzo para la sociedad reorganizada.
Además de toda confusión financiera, se estaba gestando además otra situación igualmente problemática. Tras el 9-2X y el 9-7X, GM empezó a hacer presión para que Saab incorporara diseños de la gama de Opel (como el del Vectra) en su propia línea. El problema con esto era el hecho de que los propios ejecutivos e ingenieros de Saab consideraban que la tecnología de la firma del rayo era menos que adecuada para sus coches, especialmente, cuando se trataba de seguridad. Pero quien tiene la pasta, manda.
Así, GM exigió a Saab coger el Opel Vectra coetáneo (C) y que no cambiara nada más que las insignias y la carrocería, o de lo contrario habría consecuencias. A pesar de la amenaza, Saab siguió adelante y cambió prácticamente todo para garantizar que el vehículo alcanzara los primeros puestos en seguridad. Incluso desarrollaron su propio sistema de navegación y de infoentretenimiento a espaldas de GM. Debido al costoso precio de fabricación del vehículo en cuestión, Saab perdía dinero con cada pieza que movía.
Una vez más, GM estaba extremadamente disgustado con la participación. Poco después de esto, el fabricante sueco recibió otro duro revés: la crisis financiera de 2007 y 2008. Al igual que, prácticamente todos los demás, tanto GM como Saab fueron sorprendidos por estos eventos. Las cosas se pusieron tan mal, de hecho, que a finales de 2008, GM había decidido poner a Saab en la administración junto con otras tres marcas propiedad de GM: Hummer (ahora renacida dentro de GMC), Saturn y Pontiac.
Lamentablemente, en 2010 se desconectó oficialmente y GM vendió Saab al mejor postor. La empresa que la compró era el famoso fabricante holandés de superdeportivos Spyker. Al darse cuenta de que resucitar la marca no sería tarea fácil, Spyker entendió que necesitaba llevar el modelo más nuevo de Saab (el 9-5) a los stands de las salas de exhibición lo antes posible. Desafortunadamente, las repercusiones de estas acciones apresuradas hicieron que el automóvil se comercializase a expensas de su calidad.
El resultado fue otro fracaso comercial que resultó ser el último clavo en el ataúd de Saab, y poco después de que pasara el triste lanzamiento del 9-5, la compañía cerró oficialmente las puertas de su fábrica para siempre en diciembre de 2011. Si bien una empresa china intentó comprar Saab poco después, GM lo impidió. El motivo de la interferencia estadounidense fue que no querían que se vendiera su propiedad intelectual a una empresa china por temor a las ventajas injustas del mercado en terreno asiático.
Durante los próximos dos años, GM y Spyker se enfrentarían en una feroz batalla legal que duraría hasta 2013. Sin embargo, en junio de 2012, Saab fue adquirida por una compañía de inversionistas china, National Electric Vehicle Sweden (NEVS). El plan inicial era construir solo coches eléctricos a partir del 9-3, y posteriormente continuar con el desarrollo su sustituto. GM continuó denegando las licencias de tecnología y los derechos de uso de la marca Saab, y el nombre dejó de existir en el panorama automotriz.
Y aunque el excéntrico fabricante sueco daría unos últimos coletazos con un 9-3 que apenas variaba con respecto al modelo presentado en 2002, ciertamente ya no se comercializaba bajo el nombre de Saab. Pero eso no significa que debamos olvidarnos de ella por completo. Después de todo, no es muy frecuente que una empresa esté literalmente dispuesta a ir a la quiebra para mantener la seguridad colectiva de consumidores. Con la excepción de Volvo, probablemente nunca veamos a una empresa que se preocupe así.