Desde hace unos años la carrocería SUV es la más popular y la que más ventas consigue en el canal particular. Ya hemos hablado de que es una cuestión «de moda», basada más en los gustos estéticos de la gente que en la verdadera funcionalidad de este tipo de coches. Las berlinas son las que más han sufrido la llegada de los SUV, pues han pasado de protagonistas a meros espectadores. Sin embargo, el BMW Serie 5 quiere demostrar que no debería ser así.
Recientemente nos pusimos al volante del BMW 520d, la versión diésel de acceso de este sedán grande alemán. Se trata de un modelo con mucha tradición que lleva a la venta casi medio siglo a través de hasta siete generaciones. En esta última se mantiene esa estética tan personal de BMW, al tiempo que se suma una tecnología muy avanzada. Ya mencionamos en la prueba en vídeo que dos de sus puntos fuertes eran precisamente esos sistemas novedosos y la enorme calidad que presenta el habitáculo.
Pero eso también se puede conseguir en un SUV, como por ejemplo el BMW X5, ¿no? Si lo comparamos con ese tipo de carrocería lo cierto es que la berlina sale perdiendo en cuando a habitabilidad. El acceso a la segunda fila es más incómodo y el espacio algo más incómodo, por no hablar de una boca de carga del maletero más estrecha. Entonces, ¿en qué casos merecen una segunda oportunidad las berlinas? Pues a modo de resumen: en los que importe más el comportamiento dinámico que la practicidad.
Otro punto que destacamos mucho en el BMW 520d fue su tacto sobresaliente, con una calidad de rodadura que es prácticamente imposible que sea conseguida en un SUV. Simplemente teniendo en cuenta aspectos como la aerodinámica o el centro de gravedad, vemos que los todocaminos van a estar por detrás de las berlinas en este apartado, algo que recordamos cuando conducimos coches como este Serie 5. Para quien de verdad le guste conducir y recorra muchos kilómetros al año, las berlinas seguirán siendo muy válidas.
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