A finales del siglo pasado cualquier coche tomó forma de monovolumen. Se apostó por ofrecer habitáculos más amplios y prácticos que facilitasen la vida a las familias. Hoy en día se llevan las carrocerías SUV, quizá no tan prácticas y en la mayoría de casos sin un valor añadido fuera del asfalto. Pero en ambos uno de los puntos fuertes que más se valoran es que tenga una conducción similar a la de un turismo.
Ahora, sin casi monovolúmenes en el mercado, son los derivados de furgonetas pequeñas los que pretenten cubrir esas necesidades de espacio e interior versátil. Y todas ellas prometen un tacto de conducción muy de turismo. Han cambiado sus interiores mucho y aunque la posición es más elevada, el volante ya no va tan tumbado. Y en marcha han mejorado una barbaridad. Si no lo crees así, echa un vistazo al Volkswagen Caddy.
Tras probarlo a fondo, es posiblemente el vehículo de este tipo que mejores sensaciones de conducción me ha dejado. Deriva del Volkswagen Golf y se nota en confort y en aplomo en curva. También cuenta como él con un sinfín de tecnología, tanto de seguridad como en todo lo refefente a conectividad:
Y sí, como sus rivales tiene también un interior gigantesco, bastante modulable, y un maletero soberbio. Las pegas en este sentido las tenemos muy claras: necesita asientos traseros individuales (los mejores en ests tipo de vehículos) y no contar con ventanillas posteriores es inaudito cuando sus rivales, caso del Peugeot Rifter y familia.
Y luego… el precio. Porque quienes tenemos familia sabemos lo importante que es medir cualquier gasto. Es precisamente ese un punto a favor de estos vehículos: mucha amplitud, gran maletero, versatilidad… a precio muy inferior del turismo equivalente. Pero en el caso del Caddy, quiere parecerse tanto a un turismo que su precio también es elevado y hay que valorar mucho su plus tecnológico y de comportamiento para apostar por él.
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