Los combustibles sintéticos son una excelente manera no sólo de utilizar el dióxido de carbono capturado del aire, sino también de prolongar la vida útil de los motores de combustión interna. Hasta ahora, convertir el dióxido de carbono (CO2) en combustibles se consideraba una solución costosa y poco práctica, siendo los biocombustibles también dañinos para el medioambiente si se abusa de sobreproducción.
Pero la mente humana progresa, y puede que un día lleguemos a un innovador descubrimiento que ayude a aumentar la eficiencia para hacer de los eFuelsuna solución viable que sea capaz de contentar a la gran mayoría sin que afecte negativamente al entorno. Ya hemos visto varios intentos de producir combustibles sintéticos utilizando el dióxido de carbono capturado del aire. Porsche y Audi están entre las marcas que más han avanzado en este camino y la primera incluso quería abrir una planta de eFuel en Chile.
Sin embargo, el principal problema es que convertir el dióxido de carbono en combustible es un proceso con una gran demanda de energía. La eficiencia también es relativamente baja, lo que cuestiona ciertamente la viabilidad real de los combustibles sintéticos. Por eso, debería existir una especie de catalizador con una tecnología que convirtiese los desechos del dióxido de carbono (CO2) y el hidrógeno (H2) en cadenas de metano (CH4), propano (C₃H₈) e incluso butano (C₄H₁₀), todos ellos utilizables como fuente de combustible.
El proceso no es nada nuevo, pero la escala y la eficiencia que podría lograr ese descubrimiento sería un cambio en las reglas del juego. Qué suerte, porque parece que en un futuro podría llegar el sistema desarrollado por el equipo de ingenieros químicos de la Universidad de Stanford. “Podemos crear gasolina, básicamente”, declara Matteo Cargnello, una de las cabezas detrás de este proyecto. “Para capturar la mayor cantidad de carbono posible, hay que coger los hidrocarburos de la cadena más larga. De ocho a 12 átomos de carbono serían las ideales”.
Las tecnologías actuales pueden lograr esto, pero necesitan unas temperaturas y unas presiones extremadamente altas que hacen que todo el proceso sea bastante caro y difícil de conseguir, por el momento. Con las pruebas realizadas, Cargnello y su equipo descubrieron que el uso de un catalizador de rutenio cubierto con un polímero orgánico especial maximizaría la reactividad del monóxido de carbono (CO) y el hidrógeno (H2). La eficiencia aumentó 1.000 veces en el caso de cadenas de butano de cuatro carbonos de largo.
Aunque convertir el dióxido de carbono en combustible parece una posibilidad prometedora, el objetivo es lograr cadenas de carbono más largas que sean más estables que los combustibles gaseosos. Esto incluye gasolina, pero también no combustibles como las olefinas utilizadas para fabricar el plástico. De esta forma, el carbono permanecería atrapado durante mucho tiempo, allanando el camino para hacer una reducción significativa de los niveles de dióxido de carbono que son emitidos por el escape hacia la atmósfera.
Fuente: Universidad de Stanford