Las preferencias a la hora de iniciar la búsqueda de un coche nuevo son muy variopintas. Para algunos, primará el diseño y el tamaño de la pantalla del salpicadero. Para otros, la fiabilidad y el consumo de combustible serán más relevantes, pero también son muchos los clientes que prestan atención a las características destinadas a la comodidad y la seguridad en la actualidad. Como se suele decir, siempre hay un roto para un descosido.
Los fabricantes de coches han desarrollado una gran cantidad de tecnologías útiles a lo largo de los años, pero también han ofrecido características que parecían ridículas en el pasado. Algunas de ellas todavía se sienten fuera de lugar hoy en día, pero otras se han convertido en funciones utilizables. Aquí hay cinco de los inventos más peculiares que puedes encontrar en los modelos del pasado y que, a buen seguro, es difícil que vuelvan a ser integradas en cualquier coche de nueva factura, o al menos no contamos con ello.
Reproductor de discos de vinilo
La mayoría de los coches modernos tienen la capacidad de enlazar nuestros smartphones a través del Bluetooth y la propia Internet, cubriendo cualquier necesidad de entretenimiento musical en la carretera. Pero esta tecnología aún es nueva. Los reproductores de CD seguían siendo la norma hace una década, mientras que los reproductores de casettes se vendieron desde la década de 1960 hasta bien entrada la del 2000. Pero antes de que se inventara el casette en 1963, la radio era el único proveedor musical a bordo.
Sin embargo, en los 50, Chrysler tuvo la loca idea de crear un reproductor de vinilo para sus vehículos. Fue desarrollado por el inventor, físico e ingeniero Peter Goldmark en sus años en la CBS, y estuvo disponible en varios modelos Chrysler, Plymouth, Dodge, DeSoto e Imperial como una opción. Llamada “Highway Hi-Fi”, era un poco diferente del tocadiscos habitual. Reproducía a la mitad de la velocidad de un disco normal en discos con el doble de ranuras, aumentando la capacidad de almacenamiento de 45 minutos a alrededor de dos horas.
Los conductores ya no estaban a merced de los DJs de la radio, podían escuchar su propia música sobre la marcha. Era algo increíble. Sin embargo, el alto coste del Highway Hi-Fi, los títulos limitados para elegir y los problemas de fiabilidad, pusieron fin al vinilo en el coche en menos de dos años. RCA, otra marca popular de entonces, fabricó su propio reproductor poco después, pero apenas se ofreció durante un año a los distintos fabricantes de coches que quisieron montarlo. El casette hizo acto de aparición, y el resto ya es historia.
Máquina de fabricar hielo
Algunos coches de lujo, como Rolls-Royce, Bentley o Mercedes-Benz, vienen con pequeñas neveras portátiles en caso de que necesites celebrar la última aventura comercial. No verás esta característica en un vehículo no premium ahora, pero Toyota lo hizo en la década de los 80 cuando instaló una máquina de hielo en una furgoneta. Dependiendo de dónde vivas, es posible que la conozcas como MasterAce, Cruiser, Tarago o, simplemente, Van. Desconocida por muchos, es la predecesora de la Previa y la Sienna algo más populares.
Esta furgoneta presentaba un diseño de un tanto peculiar, era de tracción trasera y tenía un motor de cuatro cilindros montado bajo los asientos. Si necesitabas arreglar algo, tan solo bastaba con levantar el asiento del conductor para acceder al compartimento del motor. También era bastante compacta, con solo 4.318 mm de longitud. Esta cosa no necesitaba una máquina de hielo para destacarse, pero Toyota decidió que podía ser una ventaja sobre la competencia y ofreció una nevera del tamaño de una caja de zapatos como opción.
Colocada en la consola central justo en frente de la palanca de cambios, esta se enfriaba con el líquido refrigerante del aire acondicionado y venía con bandejas a prueba de derrames. Dado que la máquina de hielo no se ofreció durante mucho tiempo, es seguro decir que no fue exactamente popular entre los clientes. Pero era una característica ridícula de tener en un medio de transporte familiar y laboral en una era en la que las neveras de los vehículos estaban restringidas únicamente a limusinas enormemente largas y caras.
Molduras decorativas de granito
Hubo un tiempo en que el interior de un coche era, básicamente, de plástico, vinilo y cromo. Junto con la necesidad de crear interiores más elegantes y acogedores, algunos fabricantes introdujeron molduras de madera. Por lo general, se asociaba a vehículos más orientados a la comodidad, ya que los deportivos tendían a incluir molduras decorativas de aluminio y, en menor medida, de fibra de carbono. Pero en algún momento, Mercedes-Benz decidió ir a lo grande y agregar una opción de acabado de granito para las molduras decorativas.
Y no, ese no es un nombre elegante para un plástico de color grisáceo. Es una roca. Si eres riguroso con las definiciones, es una roca ígnea de grano grueso compuesta principalmente de cuarzo, feldespato alcalino y plagioclasa. Mercedes-Benz ofreció molduras de granito en varios modelos en las décadas del 2000 y 2010, sobre todo en los modelos SL y Maybach. Era parte del programa Designo de la compañía y costaba más de 2.500 euros hace 10 años. Por supuesto, se ve bien, pero la idea misma de tener rocas en el coche es ridícula.
Un scooter a bordo
Si te gusta viajar, las autocaravanas son una excelente manera de hacerlo. Puedes dormir en cualquier lugar con el suficiente espacio para estacionar tu remolque motorizado, y puedes usar una bicicleta para explorar la ciudad sin tener que preocuparte por las calles estrechas y la disponibilidad aparcamiento. Honda tomó esta idea y la redujo a un pequeño urbanita equipado con un scooter en el maletero. Nos referimos a la Motocompo, una motocicleta realmente pequeña que mide solo 1.185 mm de largo, 535 mm de ancho y 910 mm.
Diseñada con un manillar, asiento y reposapiés plegables, la Motocompo se convertía en un paquete con forma de caja en un par de minutos y era bastante pequeña como para alojarse en el maletero de un Honda City. Este último también era bastante pequeño, con solo 3.420 mm de longitud; definitivamente, no es el tipo de vehículo que esperarías para llevar una bicicleta. Se fabricarían 53.000 unidades de la Motocompo de 1981 a 1983, todas ellas con un motor de dos tiempos de 49 cc con una potencia de 2,5 CV para mover 42 kilos.
Aunque no fue particularmente popular en su día, se ha ganado un seguimiento de culto en Japón, y desde entonces se han importado Honda City equipados con una Motocompo fuera de su tierra natal. Sin embargo, lo más ridículo de esta ridícula característica del coche es lo ridículo que uno se ve conduciéndolo. ¿Demasiada ridiculez en una misma frase? Tal vez. Un servidor, sin embargo, se sentiría enormemente feliz de poder echarle el guante a unos de estos ejemplares para que todo el mundo se descojone eche unas risas a mi costa.
Cristales curativos
Con las redes sociales, ahora estamos inundados de soluciones de bienestar poco científicas promovidas por figuras públicas, pero esta industria está lejos de ser nueva. En los 80, un piloto de carreras australiano de renombre colocó cristales curativos e imanes declarando que mejoraban el rendimiento y el manejo al “alinear las moléculas”. Esta idea perteneció a Peter Brock, posiblemente el piloto de carreras australiano más emblemático gracias a tres títulos del campeonato nacional de turismos y nueve veces ganador de la Bathurst 1000.
Habiendo corrido con modelos de Holden (Chevrolet/Opel) casi exclusivamente a lo largo de la década de 1970, Brock desarrolló una relación especial con el fabricante local. Brock, que inicialmente formaba parte del Holden Dealer Team, finalmente se asoció con la marca para lanzar versiones de edición limitada y de altas prestaciones del Commodore, por entonces la berlina más popular de las Antípodas. Si bien Holden y su equipo de carreras estaban bien económicamente, el piloto de carreras tuvo que luchar contra varios problemas de salud.
Cansado de sentirse enfermo, Brock se puso en contacto con un quiropráctico local que le recomendó un nuevo estilo de vida: combinar la comida vegana y el uso de cristales, debido a su supuesto poder curativo. Brock se emocionó tanto que comenzó a aplicar los “poderes” de estos cristales a todo lo que entraba en contacto, incluidos los coches de competición. En 1986, la compañía descubrió que Brock había estado colocando cristales en sus modelos con la defensa de que estaban destinados a “alinear” las moléculas de los propios vehículos.
Y no solo insistió en que los coches de carreras siguieran usándolos, sino que también trató de convencer a Holden y General Motors de que los pusieran en cada coche de carretera. Eso no sucedió, pero Brock tomó la decisión ejecutiva de añadir el dispositivo al sedán HDT Director como una opción de 480 dólares australianos de la época (unos 830 euros actuales) directamente en los concesionarios. Temiendo las consecuencias de estar asociado con la pseudociencia, Holden decidió poner fin a su asociación con Brock de inmediato.
Fuente: Autoevolution